Hoy estoy triste, rabiosa y estupefacta y no es por mi desgracia en sí, no es por el proceso judicial, no es por el proceso del nuevo tratamiento. No. No es por nada de eso, pero a la misma vez tiene relación, y es que desde que nos pasó nuestra tragedia, he seguido oyendo casos como el nuestro, parecido al nuestro, con mejores finales o con horrorosas consecuencias y he querido seguir luchando con más fuerza si cabe para que algo cambie, para que se haga justicia, para concienciar a los profesionales de que deben actuar de forma diferente, para prevenir a futuros padres de lo que pasaba en la Arrixaca, para que ninguna pareja ni ningún bebé tenga que volver a pasar por todo lo que nosotros tuvimos que pasar.
Desde que empezamos esta lucha siempre dije que ojalá alguien hubiera hecho lo que nosotros estamos haciendo ahora porque quizás si todo esto hubiera salida a la luz nosotros y otros muchos no hubieran tenido que pasar toda la tortura y calvarios que vivimos aquel día y desde entonces, y mi esperanza en todo este tiempo ha sido querer cambiar las cosas y querer motivar a la gente a denunciar, a quejarse, a no quedarse callado, a unir su granito de arena al mío y luchar por y para nuestros bebés, por y para que no se salgan con la suya, por y para que otros no pasen por nuestra amargura, por y para unos profesionales que sí se merecen todo nuestro respeto, por y para apartar a las ovejas negras de una profesión a la que manchan, por y para que cada día la humanidad deje a un lado al egoísmo, a la frialdad, a la desidia, a la dejadez.
Pues bien, llevamos luchando más de tres años por todo esto, y ayer lloré de tristeza, de rabia y de decepción al enterarme de otros dos nuevos casos, uno hace apenas unas semanas, otro hace unos meses y ninguno de los dos, como tantos otros que ya conozco, no han denunciado, no se han quejado, no han dicho nada del trato recibido, de las consecuencias sufridas en ellas o en sus bebés. En unas ocasiones, es porqué al final se olvida todo cuando salen con el bebé en brazos, en otros porque hay familiares trabajando en el centro, en otros porque se piensa que no servirá de nada y en otros por otras causas. En cualquier caso, es tan triste, tan lamentable que sigamos dejando que hagan lo que quieran. Nadie les controla, nadie les dá una reprimenda siquiera, nadie, nadie, porque estamos dejando que pase. Nosotros mismos con nuestra conducta, con nuestro miedo, dejadez, apatía, egoísmo, olvido.
Me siento triste, muy triste por pensar que con nuestra lucha, con nuestras ganas de dar a conocer nuestro caso para poder ayudar a otras personas, sí, lo estamos haciendo, pero queríamos que la gente se animara a ser valiente, a no ser dependiente y dejar que otros le saquen las castañas del fuego, queríamos que entre todos diéramos a conocer que no son casos aislados, que hay muchos, que gracias a Dios al final los bebés se recuperan, las madres se recuperan, pero a costa de qué. De seguir llevando al limite muchas situaciones que podrían resolverse sin tanta falta de humanidad ni de profesionalidad.
En fin, allá cada cual con su conciencia, por dejar que la tortura a la que fueron sometidos quede sin castigo, sin que nadie se entere, y dejando que no sólo ellos y sus bebés se lleven para el resto de sus días un día horroroso, sino que el que venga detrás que se j........
Lo siento, se que habrá veces en las que esté justificado el no hacer nada, lo sé, y también conozco casos de esta clase y para ellos todos mis respetos, mi cariño y solidaridad, pero en los demás casos, sólo puedo decir que me siento triste y decepcionada. Sólo deseo un mundo mejor, y no hay mejor forma de conseguirlo que dejar de quejarme y poner mi granito de arena.
Para que se hiciera justicia por Ángela no necesitaba más que presentar la querella criminal que presentamos o la denuncia al Defensor del Pueblo, y no sólo hicimos esto sino que quisimos llegar más lejos, quisimos avisar a todo el que pudiera venir detrás, porque a mi me hubiera gustado que alguien lo hubiera hecho por nosotros.
Mi pequeño ángel, vida mía. Ángela, tanto tiempo soñándote, tanto tiempo esperándote y nadie nos dijo, nadie nos avisó, nadie movió un dedo, ni antes, ni aquel día, ni después. Pero tu padre y yo queremos seguir pensando que todo lo que tuvimos que vivir no tiene que ser en vano. Te queremos hija mía.