martes, 29 de noviembre de 2011

DIAS AGRIDULCES

UN AÑITO DE VIDA
Se iba acercando final de septiembre y con el llegaba el cumpleaños del pequeño garbanzo, nuestro ahijado. Su primer añito, su primer cumpleaños. Era una fecha emotiva, porque por un lado significaba una enorme alegría por ese primer año de vida, por haber podido ir viendo sus evoluciones, por haber podido participar de muchas de sus nuevas experiencias, por saber que su llegada al mundo también tuvo sus problemas, pero que gracias a Dios al final todo salió bien, por saber que sobre todo su madre, nuestra amiga-vecina, lo sabe y valora,  y aprovecha y disfruta de cada segundo de su hijo con una pasión que te alegra el corazón cada vez que los ves.
Por otro lado, la tristeza. Por saber que ese primer añito de vida, lo hubiera ido compartiendo con mi hija. Que hubieran ido a la par, y que esa primera velita que ella hubiera soplado en su tarta, metiendo sus deditos y jugando con la nata y que tantas veces habíamos imaginado, no la íbamos a ver. No podríamos cantarle cumpleaños feliz, ni hacerle palmas, ni comprarle los mil y un regalos que nos hubiera gustado hacerle. Y sobre todo, no podríamos darle todos y cada uno de los besos y abrazos, que como cada día no podemos darle.
Pero aún así, iba a ser el cumpleaños del pequeño. Era una fecha importante y el pequeño debía tener su fiesta. Así que Juan Carlos y yo les dijimos a sus padres, nuestros amigos-vecinos, que ese día nosotros no íbamos a estar en casa. Que pensábamos salir y así dejarles la libertad de poder celebrar el cumpleaños sin que se sintieran mal por si oíamos el jaleo.
Después de hablar y repetirnos una y otra vez que lo hicieran, que no nos importaba, que era un día especial, ellos nos dijeron que no. Que no tenían pensado celebrarlo y que además no les apetecía, ya no por nosotros, sino por mi hija, por Ángela, porque para ellos también era un día de emociones encontradas, de alegría y tristeza, de pensar en su hijo, pero también en Ángela, que de todas formas el pequeño no se iba a enterar y que como tenían la gran suerte de poder disfrutarlo cada día, ya habría otras fiestas de cumpleaños.
Aunque de verdad, de verdad no nos hubiera importado el que lo celebraran, nos emocionó mucho su respuesta y su actitud. Aún así ese día Juan Carlos y yo decidimos irnos al cine para mantener la cabeza despejada, no sin antes pasar a darle un beso al chiquitín y felicitarlo, con el consiguiente agradecimiento profundo de nuestros amigos-vecinos.
Ese día mi amor, como todos, espero que estuvieras muy cerca del garbanzo para darle muchos besitos y arroparlo con tus alas. Te queremos Ángela.


VALORAR LO BUENO DE LA VIDA
El puente del Pilar vinieron a comer a casa nuestros amigos de los que somos padrinos de su hija pequeña, y sus tres tesoros, es decir nuestra pequeña ahijada y sus otros dos hijos a los que queremos también un montón porque desde siempre nos han demostrado a Juan Carlos y a mi mucho cariño y alegría al vernos.
Ella y yo somos amigas desde crías y es una suerte tenerla como amiga porque es la felicidad en persona. Siempre está riéndose y haciendo de los problemas un granito, en vez de una montaña; y mira que la pobre tiene también sus historias, pero intenta sacar la parte positiva de las cosas y te lo transmite con mucho optimismo. Y él se complementa perfectamente con ella porque entre los dos les gusta disfrutar mucho de la vida en todos los momentos buenos que pueden, con la familia, los amigos y sobre todo con sus hijos.
Como siempre que nos juntamos, nos hinchamos a comer, beber lo justo, con moderación, reírnos y hablar distendidamente de todo un poco. El día pasó, y fue un buen día en todos los sentidos. Hacía buen tiempo, comimos bien, la compañía fue estupenda y estuvimos muy a gusto.
Era puente del Pilar y ese próximo fin de semana sería el primer aniversario de la muerte de Ángela, pero, he aprendido desde la muerte de mi madre, y sobre todo desde la muerte de mi hija, a valorar y disfrutar cada una de las cosas buenas que tengo en la vida, y a agradecer con todo mi corazón todas y cada una de las palabras o muestras de cariño que nos da la gente a la que le importamos, por pequeños detalles que sean los valoro y aprecio como un tesoro. Por eso, días como los que pasamos con nuestros amigos, en los que nos hacen sentirnos bien, a gusto y en momentos incluso felices, los valoro. Por supuesto, lo cambiaria todo, no ya porque mi hija estuviera viva, sino sólo por el hecho de que no hubiera sufrido mi pequeñica, ni un solo segundo de su vida. Pero los acontecimientos no se pueden cambiar y aunque me pese, lo sé, por eso y a pesar del dolor y la tristeza, tenemos breves momentos de felicidad gracias a todas las cosas buenas que rodean nuestra vida, como ese buen día.
Ángela, mi amor, aunque tú no estés físicamente formas parte indispensable de todas esas cosas que por momentos, nos hacen felices, porque tú estás, tú existes y tú eres y serás nuestra hija.

No hay comentarios: