lunes, 5 de diciembre de 2011

DESPUÉS DE LA TORMENTA UN DIA BUENO

LEVANTAR EL ÁNIMO PARA DAR ÁNIMO
Después de tantos posibles planes para Semana Santa y fiestas de primavera y esperando con todas nuestras fuerzas no poder hacer ninguno por haber querido estar en reposo con nuestro frigobebé y no ser así, realmente se nos quitaron las ganas de hacer nada de lo que nos habían propuesto. Ellos lo comprendieron y no nos dijeron nada, esperando que en cualquier momento pudiéramos cambiar de opinión. Pero no fue así.

Es cierto que buscas estar distraída, mantenerte ocupada y sobre todo con gente que quieres y con la que te sientes a gusto, pero también es cierto que en los momentos de más fiesta es cuando sientes con más fuerza la ausencia de las personas que ya no tienes y por eso esos días buscas no encontrarte metido en medio de ningún evento, fiesta, o el alboroto y alegría normal de unas fiestas. De esa manera, al aislarte de ese mundo es como si la tristeza siguiera su curso y te doliera menos. Al no ver ni oír, recuerdas con mayor serenidad las cosas que antes hacías o todas las que tenías planeadas en esos días y que al menos de momento no te apetece hacer, porque ya nunca será igual.

A la única procesión que fuimos fue a la de Jueves Santo. La procesión del silencio. Fuimos con nuestros amigos-vecinos y nuestro pequeño ahijado. A pesar de encontrarnos a gusto, sobre todo porque estábamos con ellos, la noche no fue como habíamos pensado. Nos encontramos con unas personas muy cercanas a nosotros y nos dieron una mala noticia. En las siguientes semanas veríamos como se desarrollaba todo pero en el momento fue un jarro de agua fría y una nueva preocupación y desasosiego. Debíamos estar fuertes sobre todo para estar al lado de esas personas y darles todo nuestro apoyo, nuestra fuerza y todo lo que necesitaran. Íbamos a ser optimistas y positivos.

Por desgracia Juan Carlos y yo sabemos lo que es pasar momentos malos, pero igualmente sabemos lo importante que es tener a la gente que te quiere y que te importan cerca de ti, dándote ánimo y haciéndote saber que están ahí. Y cuando uno está mal hay que intentar sacar fuerzas para poder ayudar con tu mejor cara, tu mejor sonrisa y tu mejor optimismo. Así que aunque habíamos pasado unos días de tristeza ahora teníamos que buscar en todo lo bueno y de esa forma poder servir de apoyo nosotros.

Chiquitina a veces parece no pasar el tiempo, y no es que quiera olvidar, eso nunca, jamás, sólo quiero que duela menos. Te queremos.

UN PRECIOSO DÍA PARA RECORDAR
Después de la noticia que nos habían dado esas personas tan cercanas a nosotros, Juan Carlos llevó unos días bastante chafado y preocupado. Yo intentaba animarlo y que él se sintiera confiado en que todo iba a salir bien, porque realmente así lo sentía yo. Algunas veces me pasa. Es como si tuviera un sexto sentido que me dijera que todo va a ir bien, que no hay porque preocuparse, y como suelo acertar, eso nos tranquilizaba. En cualquier caso, Juan Carlos es muy positivo y sabía que llegado el momento el estaría con su mejor optimismo para poder transmitirlo y ayudar entre otras cosas, a hacer sentirse mejor.

Durante la Semana de Primavera, fue el cumpleaños de nuestro amigo-vecino y ese fin de semana nos invitó a comer fuera. Al principio no sabíamos si íbamos a ir, porque como el ánimo estaba regular, no queríamos chafarles el día. Pero luego pensamos que nos haría bien salir y distraernos y compartir ese día con la mejor cara y la mejor predisposición con nuestros queridos amigos y ahijado.

Y allá que nos fuimos. Dispuestos a pasar un buen día. Y ¡qué día!. Como me alegro de habernos ido. Fue un día maravilloso, con todas las letras. Nos había invitado a comer caldero en un restaurante que él conocía en Cabo de Palos. Hacía un día soleado y el restaurante estaba al lado del puerto. La mesa la había pedido fuera, al lado del mar, con los barquitos cerca y la brisa marina que hacía que aquel día de sol fuera muy agradable.

La comida fue estupenda, refrescada por una buena sangría y amenizada con mucho cariño y muchas risas, como no, ocasionadas por nuestro pequeño ahijado. Estuvo sentado en una trona, disfrutando como un mayor de cualquier cosa que llegara a sus manos y pudiera saborear en su boca.

Ya después de la comida y mientras ellos hacían un poco de sobremesa, me llevé al pequeño a que pudiera dar un paseo. Le encanta ir mirándolo todo y me hace mucha gracia porque desde su altura, va levantando la cabecita para no perderse nada. La única tristeza del día, que no fue culpa del camarero, porque no lo vio, fue un empujón que le dieron y el pobrecito se cayó y sé puso a llorar con una carita como diciendo: ¿por qué me han tirado?. No fue nada, enseguida se le paso, pero reconozco que se me partió el alma. Enseguida lo cogí y le dí cuarenta mil besos y lo abracé muy fuerte, creo que más para consolarme a mí que a él de ver su carita de desconcierto.

Finalizamos el día tomando un helado y riéndonos a más no poder de ver al pequeño comiéndose él un cucurucho con chocolate. Sé puso hasta los ojos, pero igual que un rato antes te daba dolor verlo llorar, ahora se te agrandaba el corazón viéndolo disfrutar así. La vuelta fue también muy divertida porque llevábamos música infantil y el pequeño no paraba de mirarnos, bailar y hacer palmas y por supuestos, todos con él. (Menos el conductor).

Qué día tan, tan bueno. De esos que te liberan el alma y te hacen sentir lo mejor de la vida. De principio a fin todo fue bueno, el día, la compañía, la comida, el lugar, el viaje, la conversación, las risas....TODO.

Mi dulce hija, como te llevo en el corazón en días como estos, porque estás en cada cosa bella que nos hace disfrutar. Te queremos.

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