APRENDER Y SABER AGRADECER
En este mundo donde abundan las personas de tanto egoísmo, de no saber escuchar, de no apreciar nada de lo que uno tiene alrededor, de no ponerte en el lugar de los demás, de mirar únicamente lo que a uno le pasa, de no fijarse en el sacrificio de las personas que tienes a tu lado, en fin, de vivir rodeados de personas que no valoran nada ni a nadie y que se creen el ombligo del mundo, te das cuenta, te sorprende y agradeces infinitamente encontrar en tu vida gente que por un motivo u otro, bien porque son así, o bien porque algo en su vida les ha hecho fijarse y recapacitar, de que en la vida no todo es uno mismo y que por tanto el bien y lo bueno que te puedan aportar otras personas, siempre siempre hay que agradecerlo y sentirse afortunado por poder contar con esas personas.
Juan Carlos y yo siempre hemos sido personas agradecidas, pero desde la muerte de nuestra hija hemos aprendido a sentirnos agradecidos por mucho más. Por cada palabra, gesto, apoyo, sonrisa, abrazo, con todas y cada una de las cosas que tenemos y sobre todo con las personas que han estado con nosotros. Hemos descubierto que hay grandes personas en el mundo, y que quizás uno tiene que encontrarse con mucha gente a lo largo de su vida que no merecen la pena, para darse cuenta y apreciar realmente a las que si la merecen.
Creo que es importante, porque uno sea así o porque algún acontecimiento haga mirar las cosas de forma distinta, que las personas nos sintamos agradecidos y afortunados con las manos que nos sirven de apoyo y nos ayudan en los momentos duros de nuestra vida y te alegra poder participar de estos descubrimientos en las personas cercanas a ti y que hasta la fecha, quizás no habían sabido darse cuenta.
Por eso, cuando después de la recuperación de una persona cercana a nosotros que lo había estado pasando bastante mal, nos invitó a cenar a unas cuantas personas por agradecimiento a haberle servido de apoyo en esos días malos en los que vio el valor de la vida, nos alegramos profundamente, no por nosotros, sino por esa persona. Porque el hacerte agradecido y afortunado en muchas cosas, a pesar de otras, te hace mejor persona y quizás pueda servirte para entender aunque no necesites cortarte un dedo para saber. Es bonito e importante que valoren que has estado ahí, pero es mejor poder contar con esas personas cuando es uno, el que las necesita.
Mi pequeño tesoro, con la llegada del verano se remueven !tantos recuerdos¡. Pero tenemos la suerte de mirarte al cielo que ahora luce despejado. Te queremos.
Esa noche en la que esa persona cercana nos iba a invitar a cenar a unas cuantas personas que el consideró que le habían estado ayudando en sus peores momentos, mientras íbamos llegando todos, la mujer de él se acercó y me dijo que sentía que no hubiera salido bien el tratamiento. Yo le dije que lo había pasado muy mal esa semana y que había llorado mucho. Ella me dijo que se me veía muy bien y que no lo aparentaba. Y le respondí, que de eso se trataba.
Hasta unas horas antes no sabía si iría a la cena o no, pero una vez decidido tenía que poner mi mejor cara, principalmente por el motivo de aquella celebración, por todos los presentes, por el anfitrión, por mi marido y también por mí. Ya he comentado otras veces que en esas ocasiones si uno sale, aunque pueda tener un momento puntual que no pueda evitar derrumbarse, debe intentar no estropear a los demás su salida y es importante también por uno mismo, para evadir la cabeza, distraerse y poder aprovechar esos instantes para dejar paso a la sonrisa. Ella se alegró mucho de ver mi actitud sabiendo que eso me hacía bien.
Resultó emotiva la cena. Reconozco que fue especialmente bonito verle emocionado al hacer los brindis y reconozco que aquellas palabras empleadas para agradecer a cada uno de los presentes, empezando por su mujer, valieron el estar esa noche allí. Su brindis a la vida y al reconocimiento del valor de ella merecieron un recuerdo especial.
Después de aquella noche y de la semana tan mala que llevábamos y en la que yo había estado intentando hacerme a la idea de que había llegado el momento de parar, a pesar del constante ánimo de Juan Carlos, empezaba una nueva semana en la que de nuevo la esperanza y la ilusión volvieron a nosotros gracias a la IVI.
Hija mía, otra puerta queda abierta. Quizás la última, porque después de ti, todo es incierto en esta búsqueda constante por vivir. Te queremos.
UN TRATO HUMANO MUEVE MONTAÑAS
Quizás no salga o quizás sí, pero en cualquier caso se nos brindó una nueva oportunidad que me hizo ver lo mejor del género humano, que me hizo emocionarme no por la nueva oportunidad, sino por el hecho de dárnosla, de pensar en nosotros y de intentar dar lo mejor de ellos mismos esperando que al final del camino, de nuevo se hiciera el milagro.
Hablo de la clínica IVI-Murcia. Hablo de todos y cada uno de los profesionales que la componen, empezando por supuesto por nuestra ginecóloga, pasando por el personal de recepción-administración, personal de laboratorio, auxiliares, médicos, enfermeras, personal de quirófano. Porque todo no está en el excelente trabajo que desarrollan, que ya es mucho. Si no que en nuestro caso, por las circunstancias, hemos recibido mucho más. Hemos recibido un calor humano, un trato lleno de cariño e ilusión por intentar llevar de nuevo la esperanza a nuestras vidas. Sabemos que en un trabajo donde hay tantas emociones a flor de piel se hace muy difícil la implicación personal, pero en nuestro caso, nos ha hecho ¡tanto bien!
Por eso aquel día en la consulta, después de nuestro último negativo, de nuestra última esperanza puesta en ese tratamiento, al decirme mi ginecóloga que no querían que saliéramos de allí con los brazos vacíos, y que si queríamos volver a intentarlo, nos darían facilidades para poder afrontar la parte emocional y la parte económica, no pude evitar ponerme a llorar. Entre lágrimas sólo pudimos darle las gracias y decirle ¡cuanto había significado para nosotros toda su humanidad! porque jamás nunca nadie podrá hacerse una idea de la falta de humanidad que sufrimos aquel día en el que dejaron morir a nuestra hija.
-Una mujer que luego de morir veía su vida resumida en una playa muy hermosa, desierta y sólo marcada por las huellas de sus pisadas a través de la vida. Siempre habían dos pares de pisadas pero en los momentos más tristes y dolorosos de su vida sólo había un par de pisadas. Al reunirse con Dios le reclama diciendo "Me prometiste que siempre estarías conmigo, que caminarías junto a mí aún en los momentos más duros y mira: siempre caminaste conmigo pero cuando viví los momentos más tristes me dejaste sola... lo sé porque en esos momentos veo sólo un par de pisadas".
A eso, Dios le respondió "Es cierto que siempre te acompañé como lo prometí. Y es cierto también que en los momentos más duros que tuviste que vivir hay sólo un par de huellas en la arena... eso es porque en esos momentos yo te llevaba en brazos". -
A pesar de todo Ángela, aún hay días en los que puedo seguir creyendo, en los que hacen que vea lo bueno que todavía hay. Mi pequeño corazón, Te queremos.
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