He dicho muchas veces que tengo que hacer un verdadero esfuerzo por no volverme loca cada vez que el recuerdo de aquel maldito día viene a mi mente, y eso ocurre día sí y día también, aunque intento con todas mis fuerzas alejar el pensamiento, enmascararlo, ocultarlo con mil y una ida y venida, con mil y un plan, con multitud de pequeñas cosas para poderme agarrar unos días a una otros a otra. Pero aunque lo consiga, esos instantes previos a poder quitármelos de la cabeza, el dolor consigue hacer mella y estrujarme las entrañas y el corazón sin piedad.
A pesar de todo sigo, seguimos tirando, seguimos viviendo, y seguimos creyendo en que quizás al menos su muerte sirva para algo, en que de alguna forma se haga justicia por su muerte y por todo lo que conllevó aquel día.
Supongo que el dolor seguirá ahí, pero al menos quiero pensar que la sensación de impunidad, de indefensión, de rabia, podrá minimizarse un poco. Pero claro, para eso debe haber justicia y ya han pasado 3 años y seguimos como al principio.
Presentamos la querella criminal, fuimos a declarar Juan Carlos y yo, se pidieron informes periciales, y todo junto con el resto de pruebas se presentaron hace más de 2 años a la forense judicial para que emitiera su informe, según el cual dependen el resto de pasos.
Se le ha requerido en varias ocasiones y todavía nada de nada. Al principio que si en tres o cuatro meses lo sacaba, luego que si antes del verano, ahora ya ha pasado el verano y aún nada. Hasta cuando.
No entiendo esa forma de jugar con los sentimientos. No entiendo ese atrasar una y otra vez algo que de todas formas tiene que salir. No entiendo porque aquí no se mira por la víctima. No entiendo esta forma de hacer justicia ni de aplicar la ley.
Sabíamos que el proceso iba a ser lento. Eso lo teníamos claro, ya nos lo advirtieron nuestros abogados, pero lo que ninguno, ni siquiera ellos mismos esperaban es que en el primer paso, el primer escalón, estuviera paralizado todo desde el principio.
Es un sinvivivir, porque al dolor, la rabia y la impotencia por la muerte de mi hija, se une esta indefensión, este no poder hacer nada hasta que quieran, esta sensación de que a todos les da igual. Y es muy duro. Se hace muy duro. Pero no conseguiran cansarnos. Por ella, por nosotros, por la injusticia, por un trabajo y una profesión que pisotean y humillan con su conducta.
Ángela, tu recuerdo es tan vivo, tan presente, tan fuerte. Te queremos.
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