lunes, 31 de octubre de 2011

CONOCER, AFRONTAR Y EMPEZAR.

INVITRO- EL MILAGRO DE LA VIDA. Para ÁngelaMe he decidido ha escribir este blog animada por la gente que me quiere, que me conoce, que sabe algo o mucho de mi vida y que me han dicho que merecería la pena compartir con quien quiera mis vivencias, mis sentimientos, mis alegrías y penas relativas al deseo de ser madre y nuestra decisión de someternos a una fecundación IN VITRO.
Dicen que los sueños hay que perseguirlos y en mi caso lo hemos hecho, pero conscientes, muy conscientes de que no podría salir como queríamos y lo teníamos asumido. Si se conseguía maravilloso y si no, debíamos pensar que aún así, teníamos mucha suerte de tenernos y de querernos.



CONOCER EL PROBLEMA. VER LAS OPCIONES


Tengo 37 años y mi marido 39. Llevamos casados 11 años y medio y por circunstancias de la vida no pudimos empezar a buscar un embarazo antes.
Cuando nos decidimos resulta que no fue tan fácil como pensábamos y hartos de ilusionarnos y comprar en más de una ocasión en la farmacia los test de embarazo sin el resultado deseado, decidimos hacernos pruebas para ver que pasaba.
Todas las pruebas, tanto las realizadas a él como a mi salieron bien y nos decían que posiblemente sería por el estrés, por la ansiedad que acumulábamos por los problemas de la vida.
Al final decidimos ir a una clínica de reproducción asistida, en nuestro caso la IVI de Murcia, y una vez sopesadas las posibles opciones, empezamos con el tratamiento para una fecundación in vitro.
El tratamiento empieza, para quien no lo sepa, (por lo menos en mi caso), tomando durante un mes (21 días) pastillas anticonceptivas. Después ya se empieza con la estimulación ovárica a través de una medicación que te tienes que ir pinchando en la barriga todos los días. Durante el tiempo que dura esto te van haciendo ecografías para ver como  evolucionan los ovocitos, cuantos hay, su tamaño. Y ya cuando el tamaño es el adecuado en torno a 12-14 días (mas o menos, no me acuerdo exactamente), te citan para hacerte la extracción de los óvulos y así empezar con la aventura de intentar ser padres.



PRIMER INTENTO. LA ILUSIÓN.

En enero de 2006 empezamos nuestro primer viaje por la fecundación IN VITRO, y después del consiguiente tratamiento, extracción y fecundación de los óvulos, al cabo de unos días, me llamaron para decirme que había embriones viables y que fuéramos para hacer la transferencia, es decir, para implantar los embriones en mi útero.  A los quince días me citaron para hacerme un análisis de sangre para ver si estaba embarazada y sobre la una del mediodía me llamaron para decirme que si, que estaba embarazada. No pude contener el llanto de alegría y llamé corriendo a mi marido que esperaba nervioso mi llamada. En esos días previos me sentí emocionada, expectante, ilusionada pero también con los pies en la tierra no queríamos ilusionarnos antes de tiempo y por otro lado a mi madre le acababan de detectar una grave enfermedad y mi alegría (tanto tiempo esperada), no podía ser completa.
Sobre los quince días más o menos, nos citaron para hacer una primera ecografía y ver si los embriones habían implantado bien. Durante esos días no paraba de tener mi mano en mi barriga, quería que de alguna forma me sintieran y quisieran agarrar en mí. En esta primera ecografía parecía que los dos embriones habían agarrado, nos daba igual que fueran dos, no teníamos miedo. Doble trabajo pero también doble ilusión. Pero había que esperar a la siguiente.



PRIMER INTENTO. LA TRISTEZA


Después de una primera ecografía donde parecía que los dos seguían adelante, diez días o quince después en la segunda ecografía sólo estaba uno, pero además parecía no haber latido. Con la tristeza y las ilusiones por los suelos nos dijeron que para asegurarnos me harían otra ecografía 2 días después. Y se confirmó. No se oía latido. Había tenido un aborto diferido a los 2 meses (8 semanas) y tenían que realizarme un legrado. Fui a la Vega y con las indicaciones que me dieron en la clínica me citaron para el día siguiente. Estuve ingresada un día. Mi madre quería estar conmigo pero la pobre se encontraba tan mal por la medicación que no quise que viniera. En los días siguientes cuando me llamaba y yo me ponía a llorar, ella, a pesar de lo mal que estaba, me decía que porqué no la llamaba para desahogarme. Yo no quería preocuparla, bastante tenía con lo suyo. Tenía una pena tan grande.
Supongo que cualquier pareja que decide tener un hijo, desde ese primer momento en que uno sabe que esta creciendo dentro de ti lo quieres, pero además, quién haya pasado por un tratamiento de fecundación lo sabe. Como el proceso es complicado y se debe pasar por varias etapas hasta culminar en el embarazo la ilusión es distinta porque te tienes que ir ilusionando poco a poco, paso a paso y cuando llega,  la explosión de alegría es inmensa.
Esto fue sobre marzo y a pesar de seguir queriendo intentarlo tenía que esperar y además, necesitaba estar psicológicamente fuerte para volver a pasar por el proceso y para olvidar un poco la tristeza por lo sucedido.