miércoles, 9 de noviembre de 2011

PREPARANDO LA MALETA

El 14 de octubre cumplía. Si no me había puesto de parto antes, ese día tenía hora en la UDO de la Arrixaca para hacerme monitor, ecografía y ver como estaba. El 16 me había dado hora la ginecóloga de lo privado, también para ver como iba y lo que haríamos si no me había puesto de parto.

Habíamos hablado de conservar sangre del cordón umbilical, pero nos dijeron que en la Arrixaca no dejaban coger muestras y aunque por lo privado no había problema, casi teníamos decidido que daría a luz en la Arrixaca, pensando que aunque yo no tendría las comodidades de la privada, si había algún problema, en la Arrixaca había UCI neonatal y mejor equipamiento "material". No podríamos coger muestras del cordón, pero eso era para un futuro y ahora lo importante era que naciera bien. No nos quedaba otra.

Por si acaso me ponía de parto antes, ya tenía preparado nuestro equipaje. Si al final daba a luz en la Arrixaca necesitaba menos cosas para mi y para ella sólo necesitaba la ropita que le pondría para salir. Como no tenía muy claro el tiempo que haría le puse dos conjuntitos. Uno se lo había comprado yo. Era una pequeña camisita con unos pantaloncitos rosas y con muñequitas de Hello Kitty. Los calcetines iban a juego, con una muñequita en cada uno. ¡Me encantaba¡, no hacía más que imaginármela con el conjunto y los pequeños calcetines. Pero como era de tela fina, por si acaso eché un conjunto que me había regalado me suegra. Era de Aghata Ruiz de la Prada. Monísimo. Era de dos piezas también, pero esté se veía todavía más chiquitín que el otro. Iría también para comérsela. Metí también una chupeta, unos bodys, peines, colonia y la toquilla.

La mini cuna ya tenía sus sábanas. El carricoche también. Ya le había cosido un lazo rojo y un escapulario. En vez de cogerlos con imperdibles los cosí. Me costó más trabajo porque con el barrigón era más difícil, pero me daba miedo que en algún momento el imperdible pudiera caerse y se ahogara.

Habíamos visto también como se ponía el capazo en el coche para que cuando fuera Juan Carlos a buscarnos lo llevara bien cogido, ya que yo si podía, quería sacarla en brazos.

Como no me puse de parto, el día 13, que en Murcia era fiesta, nos fuimos a comer fuera. A mí me apetecía mucho comer un pastel de puerros que hacen en un restaurante al que hacía tiempo que no íbamos, y allá que nos encaminamos. ¡Que bien comimos! ¿eh, mi reina?. Tu última comidita fuera de casa.

Mi precioso tesoro. Ya llegaba el día 14. Habían pasado los maravillosos nueve meses que te llevaba dentro. Tú eres el mejor regalo del mundo. ¡Mi vida!.

ULTIMOS PREPARATIVOS

PREPARANDO LA HABITACION

Durante el mes de agosto, tuve que ir a dos revisiones más. Una en la Arrixaca y otra por lo privado. Todo seguía bien. En la privada además me hicieron otra ecografía y su crecimiento seguía siendo normal. Su corazoncito cada vez era más grande. Toda ella, era ya una pequeña gran muñequita.

De vuelta de la playa, empezamos a comprar las cosas para montarle la habitación. Aunque dormiría en nuestra habitación, en la suya la pintamos, de azul porque a pesar de ser niña me gustaba ese color por ser relajante, le pusimos la lámpara, las cortinas con motivos infantiles, el mueble bañera, un sofá pequeño donde poder darle las tomas con tranquilidad, sobre todo por las noches, el carricoche, de momento la mini cuna (aunque después la pasaríamos a nuestra habitación), y el armario con todas sus cositas, que poco a poco fui lavando para que todo estuviera recién limpio y con buen olor. Le compré suavizante nenuco y olía tan bien su ropita. Era tan gracioso ver el tendedero con toda su pequeña ropa, y luego a la hora de plancharla, como era tan pequeñita costaba un poco, pero al final todo quedó colgado en el armario y guardado en sus cajones.

Tantos años esa habitación vacía y ahora estaba tan bonita esperando la llegada de Ángela.

Ya era septiembre. Ya faltaba poco. Cada vez me costaba más trabajo dormir porque al estar más grande, la pobrecita intentaba ir buscando su hueco, su postura y a veces era como si notara que me empujaba las costillas hacia arriba. Otras entre el ardor y las veces que me levantaba al cuarto de baño era una odisea. Yo pensaba que qué sabio era el cuerpo, porque así de esta manera lo ibas acostumbrando a estar preparado para luego dormir poco. Y la verdad, no me importaba. Iba cansada pero estas horas que pasaba despierta, las empleaba en pensar en ella, en acariciarme la barriga, en disfrutar todos esos momentos. Se portaba tan bien durante la noche. ¡Era una dormilona!

Mi niña. Mi hija. Ángela vida mía. ¡Cuanto amor nos das!



CUIDÁNDOTE. ULTIMO MES

A lo largo del embarazo fui sintiendo, disfrutando, de cada momento con Ángela. Llevé un cuidado exagerado con ciertas cosas, como no llevar zapatos muy altos por miedo a caerme, ir bien alimentada para que ella fuera engordando bien y a la vez yo no cogiera mucho peso, no llevar el móvil cerca, hacer respiraciones profundas para que le llegara bien el oxigeno, no poner la tele o la radio fuerte. Algunas cosas sé que las llevé al extremo, pero me sentía mejor haciéndolas así. También procuraba hablarle mucho, decirle cuanto la quería, lo feliz que me hacía. Intentaba reírme con bastante frecuencia porque quería que mi hija notara esa felicidad y que sintiera que cuando llegara a este mundo íbamos a  hacerla muy feliz. Me acariciaba la barriga tanto, que a algunos amigos les hacía gracia y me decían- que la iba a marear con tanta vuelta-. Le ponía música clásica, porque decían que era bueno, sobre todo de Mozart. Juan Carlos se compró el CD de Mónica Naranjo y cuando lo ponía en el coche ella se movía. No sé si es porque le gustaba o porque no. Pero nos hacía gracia como respondía ante ciertas cosas.

A veces se estiraba tanto que parecía que la piel se mi iba a abrir. Entonces Juan Carlos me pasaba la mano, por lo que sería su pequeña espaldita y entonces se relajaba. Le encantaba cuando su padre le hablaba o la acariciaba. Aunque parezca increíble, es cierto, lo conocía muy bien.

Ya estaba hecha un ovillito. La cabecita la tenía hacia abajo, la espaldita en el lado derecho de mi barriga, el culito arriba y las piernecitas doblaban hacía abajo (en dirección a la cabecita). Su posición era buena. Ya faltaba poco. Después de tantos días, de tantos meses, estábamos tan cerca de cogerla en brazos. Pero teníamos paciencia, porque sólo queríamos que el embarazo llegara a su fín para que ella estuviera bien, aunque es cierto que el último mes se hace más pesado.

Era la recta final. Ya habíamos empezado con los monitores, tanto en la Arrixaca como en lo privado. Comprobaban sus latidos y como andaba de contracciones. De momento todo bien, todo tranquilo.

¡Estabas agustito! ¿Verdad hija? Mi tesoro.



LLEGANDO AL FINAL

Hacía tiempo que no hablaba ni veía a mi psicóloga-amiga, así que me llamó para preguntar como estaba y me dijo que tenía ganas de verme. Me pasé por su consulta y se alegró mucho de verme tan gordita y que a pesar de echar de menos a mi madre y pensar que no iba a estar en esos momentos tan maravillosos, yo estaba feliz. Después de tantas lágrimas, tanto dolor, me sentía feliz. Ella sabía que yo cumpliría el 14 de octubre, por lo que quedó en llamar.

Me acuerdo que no paraba de mirarme la barriga en el espejo. La acariciaba y le decía a Ángela que pronto estaría en mis brazos. Había visto en un reportaje un parto en el que relataban que cuando sale el bebé y cruza esa primera mirada con su madre, era un momento mágico. Yo soñaba con ese momento. Me imaginaba sus pequeños ojitos mirándome por primera vez. Sabiendo en ese momento que yo era su madre. Pensaba en la primera vez que oyera la voz de Juan Carlos, que tan bien reconocía dentro de mi barriga.

Llegó final de septiembre y mi amiga-vecina, se puso de parto. ¡Qué emoción! Su pequeñín ya llegaba al mundo. Fue un parto largo, con alguna complicación, de las que me hablaría con el tiempo porque no quería que me asustara cuando me tocara a mí. Fuimos a ver al pequeñín. Era precioso, y aunque era chiquitín tenía unos ojos muy grandes, muy vivos, que reflejaban aún, el miedo de estar en el mundo. Durante todo el embarazo le dijeron que sería un bebé grande, pero luego su peso fue normal. Estaba bien. Ella ya lo tenía, ya lo conocía, y yo estaba muy emocionada. Pronto yo tendría a mi hija.

En los días siguientes, seguí haciéndome monitores, y todo seguía tranquilo. Pero ¡sorpresa!, en la penúltima ecografía que me hicieron en la UDO de la Arrixaca, me dijeron que su peso era en torno a los 3,665 Kg. ¡Madre mía! y todavía me quedaban unos 10 días. Llamamos a nuestros amigos-vecinos y se lo dijimos. Nos reímos mucho porque decíamos que la que iba a ser una barraquica era nuestra hija, ya que para ser niña era grande.

Yo pensaba si la ropita que le había comprado le estaría, pero no me agobie. Pensé que ya tendría tiempo después, de ir con ella a comprar muchas más cositas.

Tu amiguito ya estaba en el mundo. Ahora te tocaba a ti vida mía. Quedaba ¡tan poquito!

DE VERDAD ERES REAL.

ECOGRAFIA 3D-4D

En los análisis que me habían hecho, me detectaron que tenía diabetes gestacional por lo que tuve que controlar la alimentación y tenía que pincharme todos los días tres veces para comprobar el nivel de azúcar. Pero sin ningún problema, todo controlado. El 2 de julio teníamos cita con la ginecóloga privada. Me hizo una ecografía y por las medidas que ya tenía me dijo que pesaba casi un kilo. Todo seguía bien y mi hija era ya toda una mujercita. Le comenté a la doctora que al día siguiente tenía hora para hacerme una ecografía en 3D-4D y me dijo que no pasaba nada. Mi amiga-vecina ya se la había hecho y ya habíamos visto a su hijo, ¡como se movía! le llamábamos el pequeño Chaqui Chan.

El 3 de julio fuimos a hacerme la ecografía en 3D-4D y  le vimos la carita a mi hija. Le vi como se chupaba el dedo, le vi su pequeño culito, le vi la planta de su pie con sus cinco deditos sobre mi barriga (bueno, por dentro). Era preciosa, pero lo mejor de todo, es que en esta ecografía  miran el flujo de la sangre en el corazón, en el cordón umbilical, miran el cerebro, que las medidas de su cabecita, el fémur y el abdomen estén bien, que su estomaguito se desarrolla correctamente. Cuando terminó, nos dio una copia de la ecografía en CD y una foto de ella. El gesto que tenía en la foto me recordó muchísimo a mi madre y me emocionó. De alguna forma ella estaba participando con nosotros de todas esas emociones, de toda esa alegría.

Cuando llegamos a casa, fuimos enseguida a casa de los amigos-vecinos a enseñarles la ecografía. Pero ¡sorpresa!. Se veía pero no se oía. Llamé a la consulta y me dijeron que volviera a la semana siguiente. Bueno, de esta forma iba a poder verla dos veces.

La semana siguiente volvimos, y esta vez la muñequita estaba durmiendo, por lo que el doctor estuvo apretándome la barriga para que se despertara. Y vaya si la despertó. Menudos bostezos pegaba. Nos partíamos de la risa. Hasta a él le hizo mucha gracia. ¡Que cosa tan bonita! ¡Que mofletes tenía!.

Ya estaba de seis meses y medio. El miedo empezaba a desaparecer. Podíamos empezar a relajarnos un poco. Todo estaba bien. Ella estaba bien. Su peso era bueno. Crecía e iba engordando y ya le habíamos visto su preciosa carita, esa preciosa carita que nos íbamos a comer a besos en cuanto pudiéramos. ¡Mi amor pequeñito!.



EMPEZANDO A SOÑAR

Por fín. Ya estaba de siete meses. Nuestro miedo a que pasara algo poco a poco iba desapareciendo. Ahora podíamos empezar a soñar. Podíamos empezar a hacer planes. El mayor peligro había pasado, porque si ella decidía nacer antes de tiempo, el riesgo era menor. Ya podría vivir por si sola.

Hasta este momento no habíamos comprado absolutamente nada. Es más, ni siquiera me había permitido el capricho de mirar escaparates con ropa o complementos de bebe. Tampoco había querido que nadie me regalara nada todavía, aúnque ya se habían adjudicado el regalarnos algunas cosas, como el carricoche, la bañera, la cuna, la maquita. Bueno, ya podía empezar a buscar, a recrearme, a ilusionarme con su cada vez más cerca llegada.

Al principio me sentía un poco perdida. No sabía muy bien que es lo que tenía que comprar y quizás al no tener a mi madre me hacía sentirme un poco, no se, como que me faltaba su consejo, su ayuda, la ilusión y la alegría que hubiera puesto en cada cosa que hubiéramos visto. Pero como siempre, Juan Carlos estuvo conmigo y se vino de compras con nosotras. En dos días llenamos dos camas. Creo que no quedó una tienda en Murcia donde no compráramos algo, y eso que sólo compramos lo necesario, bueno y algún caprichillo. Me volvía loca con cada pijamita, con cada body, con los zapatitos, los calcetines, ¡era todo tan pequeñito!. Juan Carlos y yo disfrutamos como dos enanos y nos mirábamos con ilusión diciéndonos: - ¡hay que ver!, ya creíamos que nunca podríamos estar comprando todas estas cositas.- Pero sí, ahí estábamos los dos, bueno los tres, porque mi pequeñita participaba con nosotros de cada cosa. ¡Como se movía ya! Como ya estaba más grande, ¡se me hacían unos bultos en la barriga!.

¡Hay mi muñequita! ¡Cómo te imaginábamos con todas aquellas cositas!, lo guapa que ibas a estar. Mi pequeñita.