martes, 8 de noviembre de 2011

UNA ILUSIÓN QUE VA CRECIENDO

Estas burbujas, mejor que las del champagne.

Unos días después de cumplir la semana 20, era un viernes, de preguntar al ginecólogo porque no notaba todavía a mi hija, de esperar a notar la famosa sensación de sentir como una culebrina en la barriga, sentí algo parecido a como tener burbujas en el estómago. No se parecía en nada a la sensación que me habían descrito por lo que no sabía si era ella o no, pero cuando lo comenté con la ginecóloga que me tenía que ver por lo privado esa semana siguiente, ella me dijo que sí, que esa sensación que yo notaba como burbujas era ella. ¡Ya la notaba! Notaba a mi hija. Cada vez parecía más real. Ese miedo que tuvimos durante todo el embarazo a que todo fuera bien, que nada saliera mal, nos sirvió para ir disfrutando a nuestra hija día a día, y el empezar a notarla era otro regalo en nuestras vidas.



DISFRUTANDO DE TI

Mi amor, mi pequeña princesita. Poco a poco te iba notando más. Tus movimientos ya los empezaba a notar tu padre. Qué cara puso la primera vez que te notó. Me gustaba cuando por las noches te dábamos las buenas noches y dabas un pequeño golpecito, como deseándonos tú también las buenas noches y ya a dormir toda la noche. Te portabas tan bien cariño mío. Yo tenía ardor y no podía respirar bien por la resequedad de nariz pero tú ni te inmutabas. Pasabas toda la noche durmiendo. Ya por la mañana, después de desayunar te activabas un poco, y tu padre y yo te dábamos los buenos días. Yo te sentía, pero el tenía la suerte de poder besar mi barriga y sentir como tu lo agradecías. Después, de camino al trabajo, cuanto nos reíamos tu padre y yo cuando él te decía que te portaras bien esa mañana y te llamaba "su pequeñica funcionaria".

A media mañana, nos llamaba tu padre o nos ponía un mensaje y nosotras le contestábamos que también lo queríamos. Ya iba estando incómoda en el sillón del trabajo, a pesar de tener un flotador para que no se me clavara el coxis ya que la barriga ya era más grande, pero no importaba, tú estabas ahí y estabas bien.

Que suerte, poder estar trabajando y estar contigo. A la hora de la comida ya estabas más inquieta hasta que comía. No sabía si te gustaba el menú pero una vez satisfecha, volvías a dormirte. Yo aúnque tenía sueño, como me costaba dormir, aprovechaba para leer un rato durante la siesta, mientras tú y tu padre descansabais. Después volvías a despertarte y ya, más descansada, estabas más juguetona. ¡Que preciosa sensación!

La vecina-amiga había visto el reportaje de "En el vientre materno", y quiso dejárnoslo, pero aún seguíamos no queriendo adelantarnos y seguíamos mirando tus cambios semana a semana.

¡Que contentos estábamos!. Mi cielo!.



COMPARTIENDO

Llegó el 9 de junio. El cumpleaños de Juan Carlos. Decidimos invitar a comer a nuestros amigos-vecinos (ella estaba embarazada 15 días más que yo e iba a tener un niño), y nos fuimos a comernos un arroz y bogavante, y hay que ver lo que disfrutamos los seis. Sí, los seis, porque los pequeñines no paraban de moverse y nos reíamos diciendo que los estábamos acostumbrando a comer bien y que luego no iban a querer los potitos. ¡Que día tan bueno pasamos!

En esos días también quedamos con nuestros otros amigos, que ella estaba también embarazada dos meses menos que yo (iba a tener una niña) y me hacía gracia, porque ella me preguntaba cuando le pasaba algo. Sería porque yo lo tenía más reciente.

Pasaron los días y llegó el 24 de junio. Mi cumpleaños y el santo de Juan Carlos. Invitamos a algunos amigos a cenar a casa y cuando llegó el momento de soplar las velas, mi deseo estaba claro- Que mi hija naciera bien y sanica-. Uno de los regalos que me hizo Juan Carlos fue una figura de cuqui que era una niña comiendo sandía. Y es porque a mí y a mi amiga-vecina nos dio por comer sandía. Yo creo que fue el único antojo que tuvimos. ¡La que pudimos comer! Él siempre tan detallista y ¡que bonito recuero!.

Ya estaba de seis meses y días. Iba creciendo y sus movimientos ya se notaban bastante mejor. La barriga ya me hacía bultitos y cuando, después de pasar el día mi hija oía la voz de su padre, parecía que se volvía loca. Yo le decía a Juan Carlos que a Ángela se le hacía el culico pepsi-cola cuando lo oía, y a él le encantaba. También, aúnque parezca increíble cuando yo me metía a ducharme, creo que no le gustaba el ruido del agua porque no paraba de moverse y entonces yo me ponía a cantarle la abeja maya y a acariciarme la barriga y ella se relajaba y dejaba de moverse. Juan Carlos se moría de la risa cuando me oía, y yo me alegraba porque mi hija se sentía protegida.

¡Mi pequeño tesorico! ¡Cuanto estábamos compartiendo con lo chiquitina que eras todavía! ¡Cuanto amor!