martes, 22 de noviembre de 2011

SALIR PARA EVADIRNOS

PREPARANDO UN VIAJE

Ya estábamos cerca de Semana Santa y mis cuñados mayores (el hermano mayor de Juan Carlos y su mujer) nos dijeron que se iban a ir a Roma unos días con dos parejas más, y mis dos sobrinos y los dos hijos de una de las parejas, y nos dijeron que nos fuéramos con ellos, que nos haría bien salir unos días y cansarnos viendo cosas. La verdad, no nos apetecía mucho pero pensamos que nos daba igual, estuviéramos donde estuviéramos el dolor vendría con nosotros y que si de alguna manera podíamos estar distraídos unos días sería bueno para nosotros. Y aceptamos.

En los días previos, nuestros amigos-vecinos seguían pendientes, con sus llamadas, sus visitas o las nuestras. El contacto con su pequeño. Ya era muy listo, para lo pequeño que era ya sabía sacar lo que quería de cada uno. A Juan Carlos en cuanto lo veía empezaba a patalear y a reírse para que lo cogiera si estaba en la maquita o en el carricoche y conmigo estaba muy a gusto si tenía sueño y quería dormir. Se relajaba mucho en mis brazos y yo disfrutaba tanto teniéndolo dormidito durante una o dos horas. Encima te reconfortaban siempre las palabras de sus padres cuando nos decían lo bien que se sentía su hijo con nosotros, como nos conocía, lo relajado que estaba cuando dormía o lo feliz que se le veía cuando estábamos dándole juego.

Había momentos en que lo miraba y veía como estaría mi hija, era inevitable, pero procuraba no pensarlo los ratos que estaba con ellos para que no me notaran nada, luego en mi casa ya tendría tiempo, de pensar, llorar. Seguir retorciéndome de rabia y de impotencia por tantos sueños rotos, por tantos ¿por qué?.

Y llegó Semana Santa y nos fuimos de viaje y los dos nos propusimos reírnos, cansarnos, aceptar todo lo que nos propusieran, comer donde quisieran, ir donde nos dijeran. Sólo queríamos mantener la cabeza ocupada el mayor tiempo posible.

Y tú mi pequeña, siempre, siempre con nosotros.



INTENTANDO DISTRAERNOS

Llegó el día. Y nos fuimos de viaje a Roma. La verdad, entre mis prioridades por ver sitios no se encontraba Roma de forma inminente, pero reconozco que me gusto. Nos gustó mucho. Me sorprendieron gratamente la grandiosidad de algunos monumentos, las esculturas, la preciosidad de las iglesias. Había muchas que por fuera no te decían nada pero cuando entrabas te quedabas con la boca abierta. Y la plaza de San Pedro, que bonita. Pero quizás en otro momento de nuestra vida el viaje allí, hubiera tenido otro significado. En esos momentos, en la mayoría de ellos, eran puramente turísticos, sin ningún tipo de implicación emotiva, aunque reconozco que hubieron tres sitios donde si me emocioné y tuve la necesidad de pedir, de orar y de llorar. Estos tres sitios fueron la tumba de Juan Pablo II, la Escalera Santa, que es por donde dicen que bajó Jesús después de ser azotado, y la pequeña capilla que había en una iglesia donde había un niñito Jesús que decían era muy milagroso.

También me gustó mucho La Fontana de Trevi. Fuimos la primera noche y la vimos iluminada. Realmente preciosa. Como pudimos nos hicimos un hueco y como manda la tradición tiramos una moneda de espaldas. La primera moneda que tiré me la había dado mi amiga-vecina para que la tirara pensando en ella y de esta forma que se cumpliera un deseo que ella quería pedir. No me lo ha dicho y yo no se lo he preguntado pero creo que su deseo tenía algo que ver con nosotros.

En esos días vimos muchas cosas, nos cansamos, comimos, nos reímos, pensamos, añoramos. Y aunque en nuestro corazón estaba Ángela continuamente, no hablábamos del tema con ellos salvo cuando nos preguntaban, porque si hay una cosa que aprendí de mi madre y que a ella le iba muy bien, era que cuando salía procuraba dejar sus tristezas, sus dolores, sus miedos para ella. De esa forma cuando estaba con gente intentaba estar distraída, disfrutar en la manera que podía y no agobiar o entristecer a la gente con la que iba.

Mi pequeño tesoro. ¡Vi. tantos angelotes que me hacían recordarte y pensar que tú serías uno de esos preciosos querubines en el cielo!.

LA AYUDA DE LOS AMIGOS

MOMENTOS

Nuestros amigos-vecinos, seguían haciéndonos compartir, seguían pendientes, queriendo de alguna forma aliviar nuestro dolor, manteniéndonos distraídos, estando con nosotros, ofreciéndonos el cariño de su hijo. Y eran tantos los momentos que empezamos a pasar juntos, que el pequeño cuando nos veía se volvía loco. Si hubiera podido se hubiera tirado de la maquita. En cuanto nos veía se ponía a patalear y a mover los bracitos para que Juan Carlos lo cogiera. El ya sabía que en cuanto lo veía Juan Carlos lo sacaba y lo cogía. La cara se le iluminaba. Bueno, a los dos. Era una alegría mutua.

Esos momentos nos hacían evadirnos por segundos del horrible dolor que llevábamos y nos hacían esbozar una sonrisa de vez en cuando. Y nos ayudaban a sacar sentimientos, de amor, de cariño, de protección. Pero también los de rabia, impotencia, odio. Cuantos llantos incontrolados, de los que te salen de las entrañas por ese dolor de pura impotencia.

Sé que hubo alguna vez en las que ella me oyó llorar, porque aunque no decía nada, su cara al verme lo reflejaba todo. Y yo intentaba en esos momentos poner mi mejor cara para intentar que ella no sufriera. Era tanto lo que se preocupaba por mí, que le dijo a Juan Carlos que quizás me estaba haciendo mal al dejarme a su hijo, al intentar compartir ciertos momentos con nosotros. El me lo dijo, y en cuanto la vi le dije, que ni por un momento pensara eso, que me había hecho más bien del que ella se imaginaba, porque al morir mi hija no quise ni volver a plantearme el volver a ser madre, Ángela nos había colmado tanto que nuestro deseo de ser padres se cumplió con ella, pero esos ratos que pasábamos con el pequeño hacía que en algunos momentos nos lo volviéramos a plantear. No sé, quizás con el tiempo. Aún no podíamos pensar, no queríamos pensar.

El resto de amigos, llamaban, preguntaban, se preocupaban. Estaban. Sabíamos que estaban.

¡Ángela eres nuestro mayor logro, eres nuestro pequeño gran tesoro, eres nuestra hija, eres el mejor regalo del mundo! ¡Ángela nos has colmado de tanto amor!.



GENTE BUENA

Vinieron a casa a comer mi cuñada (la mujer del hermano de Juan Carlos que falleció) y su hermana con el marido y su hija. También vinieron mis amigos vecinos con su pequeño. La hermana de mi cuñada le había dicho a su hija (tiene 4 años), que iba a haber un bebé pero que no era el mío. Se lo dijeron porque la pequeña me había visto embarazada en varias ocasiones y le decíamos que llevaba una bebé en mi barriga, así que le advirtieron a la niña para que no me preguntara. Pero como niña que es, con esa inocencia que los caracteriza en un momento en el que vio que su madre no estaba pendiente me dijo:- "ese no es tu bebé, ¿dónde está tu bebé?"-, su madre la oyó y le riñó. Pero, ¿cómo explicarle a una criatura tan pequeña?, ¿qué decirle?, así que le dije a su madre que no la riñera que la pobre no sabía y que no había maldad en su pregunta y lo único que pude decirle era que no había bebé, ¿que podía decirle?, que estaba en mi corazón, que estaba y estaría para siempre en mi alma, en mis entrañas. No lo iba a entender así que era mejor así. Me metí en el cuarto de baño y lloré, me desahogué, en silencio, sin hacer ruido, sin que me vieran. No quería que me notaran nada, la pequeña no había tenido la culpa. El dolor siempre está, pero intentas estar distraída, intentas que esos momentos que pasas con gente te sirvan de terapia y que a la gente que está contigo les reconforte una sonrisa que puedas echarles.

Y pasó el día, y se fueron y a pesar de la pregunta de la pequeña, pasamos un buen día y estuvimos a gusto. Había cariño, había comprensión, había amistad, había gente buena, muy buena.

Y nos volvimos a quedar solos. Juan Carlos y yo. Yo y Juan Carlos. Con la sensación de sentirnos queridos, de contar con gente que nos quiere.

Cada noche, le pido a mi madre que cuide de mi hija, que le dé muchos besos y le haga muchos mimicos, que la disfrute y que le diga que la queremos con toda el alma, y a mi cuñado Miguel, le pido que la haga reír mucho y que la hagan muy feliz. Los tres forman un buen equipo.

Te quiero tanto Ángela. Sólo quiero que estés bien, que seas feliz, mi pequeña. Mi panecillico.

ENFRENTANDOME A LA VIDA

SENTIMIENTOS CONTRADICTORIOS

Los días seguían pasando. Había pasado un mes y volvimos a la casa en la que teníamos de vecinos pared con pared a nuestros amigos que habían tenido a su hijo dos semanas antes que mi hija. No nos habíamos visto, aunque un día sí y otro no, él llamaba a Juan Carlos. Para nosotros era duro, pero para ellos sé que fue horroroso, sé que lo pasaron realmente mal, por eso Juan Carlos habló con él y le dijo que habíamos pensado instalarnos, que aún no estábamos preparados para verlos pero que en ningún caso queríamos que ellos estuvieran violentos, y que si en algún momento se angustiaban nos lo dijeran.

Las semanas siguientes fueron de sentimientos contradictorios. Había momentos en los que el dolor era tan grande que mi forma de intentar soportarlo era pensar que no había estado embarazada, que no había ocurrido. Otras veces no podía aislarme y cada noche recreaba una y otra vez aquel tortuoso día, aquella pesadilla que le costó la vida a mi hija. Otros días quería estar de nuevo embarazada, como para pensar que todavía no había ocurrido nada, que aún había tiempo. Pero al final del día, la realidad volvía a mí.

Muchos días oía llorar al bebé de mi amiga-vecina y cuando no podía conseguir que se callara, sé que se ponía muy nerviosa y que incluso se lo llevaban a las habitaciones que quedaran más lejos de la casa para evitar que lo oyéramos. Pero en esos momentos, yo no sentía tristeza, mi único pensamiento y mi deseo era poder ir a cogerlo y consolarlo. Era un sentimiento de protección hacía él y no sé, como una necesidad para mí.

Todos los días hablaba con mi amiga-psicóloga, me desahogaba un rato y le contaba los sentimientos que iba teniendo y al comentarle lo de los llantos del bebé me dijo que posiblemente experimentaría los sentimientos que he descrito.

Ya después de tres meses, un día que psicológicamente me encontraba más fuerte, le dije a Juan Carlos de acercarnos a ver a nuestros amigos-vecinos. Los llamamos para comentárselo y fuimos. Nos abrió él, y nos abrazamos y nos dimos dos besos, acto seguido ella salió y se abrazó a mí llorando. Ya después al entrar al salón vimos al pequeño en la maquita. No lo habíamos visto desde hacía tres meses. Estaba tan cambiado. El pequeño volvió su pequeña cabecita y nos miró. Fue un momento duro, pero a la vez de sentimientos reconfortantes, por el apoyo y el cariño tan grande de ellos y porque quizás, ellos mejor que nadie, sabían como lo estábamos pasando. Hablamos, lloramos, nos abrazamos y su cariño y generosidad se fue haciendo más patente.

Ángela cielo mío, te habríamos hecho ¡tan feliz! Te quiero mi vida.



DEJARNOS COMPARTIR

Desde el reencuentro con nuestro amigos-vecinos, el contacto fue un poco más continuo. El llamaba a Juan Carlos para preguntarle y ella me llamaba a mí. Los dos a nuestro lado. Un día me llamó y me preguntó como estaba y si me encontraba con fuerzas para quedarme un rato con su hijo, poque ella iba a salir. Yo le dije que sí, que me lo dejara, que "me encontraba bien". Y se fue. Y me dejó a su hijo. Y sé que le costaría un mundo dejar a su hijo tan pequeño. Y sé que lo hacía para dejarme disfrutar el poder sentir el calor y el cariño del pequeño. Y esos ratos que pasaba con el chiquitín me reconfortaban. Me ayudaban a poder exteriorizar los sentimientos de amor que llevaba dentro. Y los disfrutaba, meciéndolo, mirándolo, sintiendo su contacto. Y sé que el estaba a gusto porque se dormía placidamente durante bastante rato y cuando se despertaba me miraba y no se extrañaba. Cuando Juan Carlos llegaba y oía la tele floja, ya sabía que el pequeñín estaba conmigo durmiendo. A él también le gustaba esa sensación. También le gustaba cogerlo y poder exteriorizar ese cariño. Y me lo dejó varias veces más. Y sé que es parte de su generosidad. Sé que de alguna forma intentaba poder compartir a su pequeño. Que pudiéramos poder sentir esas sensaciones que no nos habían dejado disfrutar de Ángela.

Cuando íbamos a su casa y pillaba la hora del baño, ella aprovechaba para dejarme a solas con él para que yo lo vistiera y pudiera hacerle cualquier carantoña o mimo y me sintiera con toda libertad. Incluso un día me dijo si quería bañarlo yo, pero la verdad no me atreví.

Me gustaba tanto ver a Juan Carlos con el pequeño en brazos. Lo había imaginado tantas veces con mi hija en brazos, y me dolía tanto que lo hubieran privado de eso y de tantas cosas.

Teníamos momentos malos, muy malos pero esos ratos que nuestros amigos-vecinos nos hacían compartir con su hijo, nos ayudaban a sacar las emociones, los sentimientos, a pesar de que la tristeza estaba ahí, el dolor estaba.

¡Cuantos sueños rotos, Ángela! Vida mía.



IR DANDO PASOS

Los días seguían pasando. Las semanas seguían pasando. Habían pasado las navidades. Las tristes y solitarias navidades. Había pasado el 27 de enero. Hacía un año que mi hija había empezado a crecer dentro de mí. Santa Ángela. Nunca podré olvidar ese día, igual que muchos otros en los que mi hija nos hizo sentir la felicidad plena. Y ahí seguíamos. Intentando luchar. Intentando vivir con el dolor. Intentando ser fuertes por ella y el uno por el otro.

Habían pasado casi cinco meses y aún no conocíamos a la hija de nuestros otros amigos (la pequeña que había nacido prematura 18 días después que mi hija). Hicimos un esfuerzo y con un nudo en el estómago fuimos a conocerla. La pequeña a pesar de tener casi cinco meses era chiquitina, como había nacido con casi dos meses de antelación, pero a la misma vez estaba gordita. En un momento en que mi amiga salió y la pequeña se puso a llorar, yo la cogí y al entrar ella y verme con la niña en brazos le dio mucho sentimiento y me dijo que se le hacía muy duro verme con la pequeña en brazos. Pero no me importó, aunque fuera duro tenía que ir intentando ir pasando obstáculos. Y ellos se lo merecían. Estuvimos poco tiempo y con el alma encogida le dije que comprara algo para su hija y nos lo dijera para darle el dinero. Lo que ella eligiera sería nuestro regalo. Y nos dijeron que el mejor regalo era que hubiéramos hecho el esfuerzo de ir a conocer a su hija. Para ellos era regalo suficiente. Y nos fuimos. Cogidos de la mano. Con la sensación de haber hecho algo bueno, pero con el corazón roto.

Y llegó febrero. Y para que me diera tiempo a recuperarme físicamente y estar psicológicamente un poco más fuerte, me habían citado en esas fechas en el juzgado para ratificar la querella y prestar declaración. Y fuimos Juan Carlos, una cuñada y nuestro abogado. Y ratifiqué la querella y como cada día volví a revivir aquel tortuoso día y se lo relaté a la funcionaria. Lloré, de dolor y de verme en aquel sitio pensando en el motivo por el que estaba allí. Pero había que hacerlo. Ya no quedaba otra cosa que intentar luchar porque se hiciera justicia. Yo ya no pensaba en mi dolor, en el de Juan Carlos, lo que más me torturaba era lo que le habían hecho pasar a mi hija, con lo fácil que hubiera sido salvarla.

Ángela, mi bebé, mi hija. El tesoro de tus padres.

PRIMER ANIVERSARIO. 16 DE OCTUBRE 2009

A MI HIJA ÁNGELA

Hola mi cielo, vida mía. Hoy hace ya un año. Hoy tu padre y yo deberíamos estar preparando tu fiesta de cumpleaños y esperando con ilusión el momento en el que soplaras tu primera velita. Sin embargo, hoy hace un año que te sentí por última vez en mi vientre. Me acuerdo hija mía, la alegría y la ilusión con la que te esperábamos y el miedo tan horroroso que me fue embargando conforme pasaba el tiempo.

Ángela, aquí en la tierra está lloviendo. El cielo acompaña el dolor de nuestro corazón. Pero vida mía, seguro que tu abuela te estará preparando una preciosa fiesta, ella es única para eso, y tu tío Miguel estará preparado para hacerte alguna de sus gracias. Hoy cielo mío, para ti debe ser un gran día.

No nos han dejado poder comerte a besos, disfrutar de tus miradas, tus sonrisas, tus llantos, tus primeros dientes o tus primeros pasitos. A cambio hija, tú eres ya un Angelito del Cielo y aunque no me consuela, por la forma en la que te perdimos, al menos sé que te están cuidando, y que estas rodeada de mucho amor.

Hija mía, quiero que sepas que nos has dado mucho amor, que los nueve meses que te pudimos disfrutar nos han colmado de recuerdos, de emociones, de sentimientos que jamás en nuestra vida podremos olvidar. Espero de todo corazón, que tú sintieras lo que significabas para nosotros, lo que significas. Espero que te llegara nuestro amor tan grande. Espero que sintieras lo feliz que nos hacías y lo importante que fuiste y serás en nuestras vidas.

Ángela, cariño mío, mi muñequita, mi pequeñita, mi hijica. "INTENTARÉ CON TODAS MIS FUERZAS GANARME EL CIELO PARA NO PERDERTE NUNCA MÁS". Te quiero con toda mi alma.


UNA CASA Y UN CORAZÓN VACIOS

VOLVER SIN ELLA

A los trece días de haber ingresado, de haber entrado en aquel hospital (la Arrixaca) con toda la ilusión del mundo pensando que en pocas horas tendría por fin a mi hija en brazos, decidí que me dieran el alta. No tenía ganas de irme, ni de quedarme. En realidad no tenía ganas de nada, pero los puntos ya me los habían quitado y pensando en la gente que se desplazaba para verme y sobre todo pensando en el cansancio acumulado de Juan Carlos, creí que sería lo mejor.

Había hablado con la psiquiatra y con mi amiga-psicóloga sobre el momento de salir de allí, pero fue todavía peor. Estaba mi padre y Juan Carlos conmigo. Salí de la habitación con el alma rota y fui a dirigirme a las enfermeras para darles las gracias por el trato que me habían dado esos días. Juan Carlos y mi padre iban delante. Yo caminaba tras ellos con la cabeza baja, ausente, llorando, muerta. ¡Qué dolor tan grande! Jamás ni en mi peor pesadilla hubiera imaginado el horror que estábamos viviendo.

El camino se hizo largo, corto, no sé. Y llegamos a mi casa. Preferí que mi padre se fuera y no subiera con nosotros. Necesitaba vivir esos momentos a solas con Juan Carlos. Y abrió la puerta. Y al fondo, la habitación que iba a ser de Ángela, estaba cerrada y al cruzar la puerta lloré y lloré y me abracé alrededor de mi cintura intentando sentir todavía a mi hija dentro de mi.  Pero ya no estaba. No entré a su habitación, pero ya me habían dicho que estaba vacía. Habían recogido todas sus cosas para que yo no tuviera que pasar por ese trance y creo que fue mejor así, porque no sé si hubiera podido entrar en aquella habitación en la que había tantos sueños.

Te quiero Ángela. Mi cielo pequeño. Mi muñequita.



DESAHOGANDOME Y SIN ENTENDER

Ya en mi casa el mundo se me venía encima. Había pasado por la muerte de mi madre, que apenas unos días después hacía dos años de su muerte, y nunca pensé que aquel dolor pudiera superarse, pero me equivoqué. Mi hija, mi precioso tesoro, mi muñequita, ya no estaba conmigo, ya no podía sentirla, me la habían arrebatado y de qué forma.

Unos tres días antes del aniversario de la muerte de mi madre, los amigos que estaban esperando para dos meses después que yo, y que ella me había llamado al hospital para decirme que deseó haberse podido cambiar conmigo, nos llamaron para decirnos que ella estaba con muchas contracciones y ante el miedo de tener que salir de urgencia después de lo que nos había pasado a nosotros, fueron a la Vega y su hija había nacido mediante cesárea. Mi amiga y su hija estaban bien. La pequeña era prematura, pero estaba bien, y era lo importante. Nos alegramos por ellos y por su pequeña y sé que lo pasaron muy mal para llamarnos. Pero su hija estaba bien y les agradecimos que a pesar de las circunstancias nos llamaran. Uno debe alegrarse por las cosas buenas de los amigos, y más en este caso. Su hija nació 18 días después que mi hija.

Los días pasaban, y pasaban muy despacio. Cuando estuve recuperada un poco de la cesárea, fui a ver a mi psicóloga. Nos abrazamos y lloré amargamente sobre su hombro. Luego hablé y me desahogue y ella lloró conmigo. Al salir me dijo:- "hoy no ha sido una consulta. Hoy han sido dos amigas hablando y desahogándose, llámame todos los días y hablamos un poco".- Y me fui, y mi corazón y mi cabeza seguían sin entender, sin poder asimilar y necesitaba alguna respuesta. No entendía porque Dios lo había permitido. Y llamé al cura que nos había casado a Juan Carlos y a mi, que también me había dado mi primera comunión y que yo esperaba que bautizara a mi hija. Y le conté y le pregunté ¿por qué?, y el me dijo: -"esto no ha sido cosa de Dios, ha sido la mano del hombre. Dios intentó salvarla mandando señales, que el hombre no atendió"- Le dije también que por las circunstancias no habíamos podido bautizarla y el me dijo que no me preocupara, que ella estaba fuera de pecado y que había ido directamente al cielo como UN ANGELITO DE DIOS. También le dije a Juan Carlos que estaba enfadada con mi madre por no haberla ayudado y también Juan Carlos me dijo: -"pobrecilla, tu madre seguro que sufrió muchísimo e intento hacer algo mandando señales"- . Y aunque he de pensar que ahora mi hija es un angelito del cielo, que está con Dios y con mi madre, no me consuela, y aunque a Dios le agradezco muchas cosas en mi vida, todavía sigo enfadada y sigo preguntándome ¿por qué?, ¿por qué?.

Ángela, ¡te quiero tanto!.

MÁS QUE UNA NEGLIGENCIA.

INICIAR DENUNCIA
Al día siguiente de la tragedia, Juan Carlos fue a los juzgados a presentar una denuncia. Después se puso en contacto con la Asociación de Victimas de Negligencias Sanitarias de Murcia y a través de ellos contactamos con los abogados que nos llevan el caso y que por desgracia están especializados en negligencias sanitarias. Ellos presentaron una querella criminal, junto con la documentación que solicitaron de la Arrixaca.

Juan Carlos tuvo que luchar esos días, no sólo con el dolor, sino con la amargura y el mal trago de contarlo a la gente que aún no lo sabía, como a los vecinos. Todo para ahorrarme a mí el sufrimiento de tener que dar explicaciones cuando me vieran. Mientras, yo me iba recuperando de la cesárea, que era la única herida que podía curarse. Cada día venía un ginecólogo distinto. Un día vino el mismo que el del día anterior, y tuvo el valor de preguntarme: - "hoy ¿te encuentras ya mejor?"- . ¿Tan acostumbrados están y son tan insensibles  que no pueden entender que la personita que murió por no hacer nada era mi hija?. Un bebé indefenso al que  su padre y yo les confiamos su vida. ¿Cómo puede preguntar si me encontraba mejor?. Este dolor que te desgarra y te ahoga, ya es para toda la vida.

Hubo un médico residente, joven, al que le agradecí su trato, y le dije: - "¿puedo pedirle un favor?"- él se quedó mirándome extrañado, y yo le seguí diciendo:- "me gustaría pedirle que no cambiara, que siguiera siendo como es. Quizás si esa noche yo me hubiera encontrado con alguien como usted ahora no estaría así"-. Por la cara que puso y el gesto que me hizo, entendí que agradecía mis palabras y yo espero que no las olvide nunca, porque un gesto, una palabra, un trato humano, el escuchar. Simplemente eso, porque si alguien me hubiera escuchado, si alguien me hubiera hecho caso.........

Por un lado tenía ganas de irme, de salir de allí, pero por otro me daba pánico y no podía soportar la idea de salir de allí sin mi hija. No quería ni pensar en el momento de llegar a mi casa.

¡Dios mío, que vacío tan grande!, que dolor, que rabia, que impotencia. Ángela mi vida, mi pequeño tesorico.

EL DOLOR TRASPASA EL CORAZÓN

DESOLACION

Unas horas antes, estando aún en la sala de dilatación, me habían preguntado si sabía como se iba a llamar. Yo dije que sí: - ÁNGELA MORENO VICENTE-. Me preguntaron si iba a darle el pecho, yo dije que si podía, estaría encantada. Me preguntaron que si mi marido iba a querer estar en el parto y yo dije que por supuesto. Durante todo el día en aquella habitación, los momentos en que estuvo Juan Carlos conmigo y los que yo estuve sola, no paramos de oír los llantos de los bebes que iban naciendo. Y ahora allí estábamos los dos. Sin parar de llorar, deseando habernos muerto cualquiera de los dos por ella. Teníamos el corazón y el alma rotos y los brazos vacíos. A mí me preguntaron si quería verla. ¡Dios mío! nueve meses esperando, toda la ilusión y el amor puesto en ese momento y ahora............ No tuve fuerzas para poderla ver. Para poderla coger. Hoy me arrepiento y lo pienso muchas veces, pero Juan Carlos dice que es mejor que me la imagine como en la ecografía. El sí la vio y dice que era preciosa. Tenía que serlo, es mi Angelito del Cielo.

Qué duro tuvo que ser para Juan Carlos el momento en el que se lo llevaron a otra habitación y le dijeron que nuestra hija estaba muerta. Me hacía tanta ilusión verlo con su hija en brazos. Estábamos tan locos con ella.

Me subieron a la habitación. De las que han operado en ginecología. ¡Qué tristeza y qué desolación!, yo tenía que estar con mi hija en brazos, sintiendo su cuerpecito, su olor, su mirada aún asustada por su llegada al mundo. Pero allí estábamos los dos. Rotos de dolor y Juan Carlos llamando a la familia para darle la triste noticia.

Vinieron sus padres y sus hermanos. A mi padre no lo pudimos localizar hasta por la mañana y al entrar a la habitación se abrazó a mi llorando y me dijo: " hija ¡cuanto vas a sufrir!.

ANGELA. ANGELA. ANGELA. ¿POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ?



ÁNGELA. ¿POR QUÉ?

Aunque estaba ingresada en el área de ginecología por la cesárea, me derivaron al servicio de psiquiatría. Aún hoy recuerdo con horror esos días. Juan Carlos tuvo que llamar a poca gente porque como estaban pendientes de la fecha probable de parto, empezaron a llamar para ver si había noticias. Los amigos, la familia, todos se quedaban sin palabras. Algunos rompían a llorar, otros colgaban sin decir palabra hasta que sacaban fuerzas y volvían a llamar. Mi amiga-psicóloga llamó también. Al darle la noticia, se quedó callada y sólo pudo decirme: "Mª del Mar perdona, si no te importa te llamo mañana, ahora mismo no puedo hablar, no sé que decirte". Y era lógico. Otra muestra más de su valía como persona, le afectó tanto la noticia que en ese momento no reaccionó como psicóloga, sino como amiga. Y ahí estuvo. Desde el día siguiente fue llamándome para preguntar, para que yo hablara y me desahogara, además de la psiquiatra que venía a verme del hospital. Pero ¡qué contar!, ¡qué decir!. Sólo repetía una y otra vez: -"mi pequeñica, mi hijica". Acostada los primeros días y sentada algunos ratos, después, seguía preguntándome : ¿por qué? ¿por qué?.

No quería ni mirarme la barriga, ni rozarme. Cuando me desnudaba para ducharme, no podía mirarme. ¡No podía! ¿Donde estaba mi hija? ¿y mi barriga?.

Juan Carlos estuvo conmigo día y noche. No quiso irse ninguna noche. Para que fuera a comer venían sus hermanos o cuñado y yo les decía que me dijeran si había comido, porque si no yo tampoco comía. Uno por el otro hacíamos el esfuerzo. Uno a otro nos apoyábamos. Uno y otro sin vida, con la tristeza rompiéndonos el alma, pero uno por el otro.

Venían a visitarnos, nos llamaban, sin saber que decir, sólo dejando que nos desahogáramos. Los amigos-vecinos que habían tenido a su hijo 16 días antes estaban destrozados. Ellos más que nadie habían compartido nuestro embarazo junto con el suyo. Ellos más que nadie. También los amigos que estaban esperando para dos meses después, vino a vernos él. Ella no pudo porque tenía que estar en reposo, pero me llamó y sus palabras no las olvidaré mientras viva. Me dijo: -"Mª del Mar cuando mi marido me ha dicho lo que te ha pasado, en ese momento si hubiera podido me habría cambiado por ti. Si hubiera podido te habría dado a mi hija". "Era tanto lo que deseabais a vuestra hija que no tengo palabras".

¡Ángela, mi vida! me despierto en la noche gritando, buscándote. Hija mía ¿por qué?