martes, 22 de noviembre de 2011

UNA CASA Y UN CORAZÓN VACIOS

VOLVER SIN ELLA

A los trece días de haber ingresado, de haber entrado en aquel hospital (la Arrixaca) con toda la ilusión del mundo pensando que en pocas horas tendría por fin a mi hija en brazos, decidí que me dieran el alta. No tenía ganas de irme, ni de quedarme. En realidad no tenía ganas de nada, pero los puntos ya me los habían quitado y pensando en la gente que se desplazaba para verme y sobre todo pensando en el cansancio acumulado de Juan Carlos, creí que sería lo mejor.

Había hablado con la psiquiatra y con mi amiga-psicóloga sobre el momento de salir de allí, pero fue todavía peor. Estaba mi padre y Juan Carlos conmigo. Salí de la habitación con el alma rota y fui a dirigirme a las enfermeras para darles las gracias por el trato que me habían dado esos días. Juan Carlos y mi padre iban delante. Yo caminaba tras ellos con la cabeza baja, ausente, llorando, muerta. ¡Qué dolor tan grande! Jamás ni en mi peor pesadilla hubiera imaginado el horror que estábamos viviendo.

El camino se hizo largo, corto, no sé. Y llegamos a mi casa. Preferí que mi padre se fuera y no subiera con nosotros. Necesitaba vivir esos momentos a solas con Juan Carlos. Y abrió la puerta. Y al fondo, la habitación que iba a ser de Ángela, estaba cerrada y al cruzar la puerta lloré y lloré y me abracé alrededor de mi cintura intentando sentir todavía a mi hija dentro de mi.  Pero ya no estaba. No entré a su habitación, pero ya me habían dicho que estaba vacía. Habían recogido todas sus cosas para que yo no tuviera que pasar por ese trance y creo que fue mejor así, porque no sé si hubiera podido entrar en aquella habitación en la que había tantos sueños.

Te quiero Ángela. Mi cielo pequeño. Mi muñequita.



DESAHOGANDOME Y SIN ENTENDER

Ya en mi casa el mundo se me venía encima. Había pasado por la muerte de mi madre, que apenas unos días después hacía dos años de su muerte, y nunca pensé que aquel dolor pudiera superarse, pero me equivoqué. Mi hija, mi precioso tesoro, mi muñequita, ya no estaba conmigo, ya no podía sentirla, me la habían arrebatado y de qué forma.

Unos tres días antes del aniversario de la muerte de mi madre, los amigos que estaban esperando para dos meses después que yo, y que ella me había llamado al hospital para decirme que deseó haberse podido cambiar conmigo, nos llamaron para decirnos que ella estaba con muchas contracciones y ante el miedo de tener que salir de urgencia después de lo que nos había pasado a nosotros, fueron a la Vega y su hija había nacido mediante cesárea. Mi amiga y su hija estaban bien. La pequeña era prematura, pero estaba bien, y era lo importante. Nos alegramos por ellos y por su pequeña y sé que lo pasaron muy mal para llamarnos. Pero su hija estaba bien y les agradecimos que a pesar de las circunstancias nos llamaran. Uno debe alegrarse por las cosas buenas de los amigos, y más en este caso. Su hija nació 18 días después que mi hija.

Los días pasaban, y pasaban muy despacio. Cuando estuve recuperada un poco de la cesárea, fui a ver a mi psicóloga. Nos abrazamos y lloré amargamente sobre su hombro. Luego hablé y me desahogue y ella lloró conmigo. Al salir me dijo:- "hoy no ha sido una consulta. Hoy han sido dos amigas hablando y desahogándose, llámame todos los días y hablamos un poco".- Y me fui, y mi corazón y mi cabeza seguían sin entender, sin poder asimilar y necesitaba alguna respuesta. No entendía porque Dios lo había permitido. Y llamé al cura que nos había casado a Juan Carlos y a mi, que también me había dado mi primera comunión y que yo esperaba que bautizara a mi hija. Y le conté y le pregunté ¿por qué?, y el me dijo: -"esto no ha sido cosa de Dios, ha sido la mano del hombre. Dios intentó salvarla mandando señales, que el hombre no atendió"- Le dije también que por las circunstancias no habíamos podido bautizarla y el me dijo que no me preocupara, que ella estaba fuera de pecado y que había ido directamente al cielo como UN ANGELITO DE DIOS. También le dije a Juan Carlos que estaba enfadada con mi madre por no haberla ayudado y también Juan Carlos me dijo: -"pobrecilla, tu madre seguro que sufrió muchísimo e intento hacer algo mandando señales"- . Y aunque he de pensar que ahora mi hija es un angelito del cielo, que está con Dios y con mi madre, no me consuela, y aunque a Dios le agradezco muchas cosas en mi vida, todavía sigo enfadada y sigo preguntándome ¿por qué?, ¿por qué?.

Ángela, ¡te quiero tanto!.

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