miércoles, 21 de noviembre de 2012

VER, OIR, SENTIR, OLER, SABOREAR.

Me levanto por las mañanas cansada, muy cansada. Sigo sin dormir bien, y mi mente no descansa. Sueño y sueño, y cuando despierto es como si no hubiera descansado nada, como si no hubiera desconectado y me miro al espejo y me veo mayor y triste y siento que la vida pasa y yo cada vez tengo menos ganas de muchas cosas, entre ellas el de volver a ser madre, pero luego va pasando el día y me voy despejando y voy mirando a mi alrededor y me voy empapando de muchas cosas buenas, y voy pensando en muchos planes para hacer, o en un bonito recuerdo del día anterior o una frase que me ha llenado y me doy cuenta de que sí, estoy cansada y no duermo bien, pero también ahora vivo la vida más intensamente de lo que lo hacía antes y disfruto más de las pequeñas cosas y he aprendido a no tener en cuenta pequeños defectos de los demás porque todos los tenemos, y eso me hace ser también más crítica conmigo misma para corregirme en cosas que creo me pueden ayudar a ser mejor persona, mejor yo.

Y sí, estoy cansada y quizás esto también me esté ayudando a darme cuenta de que ha llegado el final de una etapa. Aún tenemos dos embrioncitos congelados, pero por muy optimista que hubiera querido ser, posiblemente mi oportunidad pasó y es más, quizás esa oportunidad empezó y terminó con Ángela y a lo mejor ha llegado el momento de verlo claramente y de no buscar más algo que ya no puede ser. Y sí, les daremos su oportunidad, porque ya son parte nuestra y no sería justo para ellos, pero sé que ha llegado el momento de hacerse a la idea.

Y no pasa nada. Quizás he tardado más tiempo de lo necesario para darme cuenta. Quizás me he engañado persiguiendo un sueño que se fue con Ángela, o quizás he creído que la vida podría darme otra oportunidad, y quizás lo haya hecho, no en lo de ser madre, pero sí en todo lo demás, con los amigos, con la familia, con el trabajo, con el día a día, para aprender a ver, para aprender a sentir, para aprender a oler, para aprender a oír y para aprender a saborear, la vida.

No hay un sólo día en el que no me acuerde de mi hija, en el que no la eche de menos, en el que no intente buscar un sentido a tanto sin-sentido, y sin embargo y a pesar de ello muchos días me acuesto con un pensamiento positivo, con algún recuerdo bueno del día que me haga sonreirme o simplemente una pequeña sensación de recogimiento. Por la mañana vuelta a empezar, pero esos pocos o muchos días me valen para seguir.

Te quiero mi querubín chiquitín. Te queremos vida mía.