domingo, 8 de abril de 2012

LA MAGIA DE LOS PEQUEÑOS

Es curiosa y extraña a veces la vida. Y es que habiendo tenido Juan Carlos y yo los problemas que hemos tenido para poder tener hijos deseándolos como los deseábamos y que por fin la vida parecía recompensarnos con la llegada de Ángela, un hachazo terminó de nuevo con ese sueño, dejándonos con un inmenso vacío que aunque jamás ya nada pueda llenarlo, a nuestro alrededor van surgiendo pequeños ángeles que de una forma u otra cada día nos van aportando pequeñas dosis de alegría, energía y vitalidad para el corazón que nos hacen despertarnos sonrisas y llenarnos el corazón con la vivacidad que sólo los pequeños consiguen con su inocencia, su ternura y su cariño puro.

Y es por eso que la vida es curiosa y extraña a veces, porque no habiendo tenido la posibilidad de poder tener más hijos, y Ángela estar en el cielo, es como si Juan Carlos y yo tuviéramos un imán para los pequeños. No sé lo que es, pero despertamos en ellos mucha alegría, mucho cariño, mucha serenidad, risas contagiosas, ganas locas de estar con nosotros e incluso en algunos casos, un celo tal, que a veces nos resulta violento porque delante de determinadas personas hasta nos dá vergüenza.

Nos suele pasar con todos los hijos de nuestros amigos, con los hijos de los vecinos, con nuestros ahijados, especialmente con dos de ellos, los más pequeños. Ella tiene devoción por Juan Carlos, es una risa cada vez que estamos juntos, porque siempre va a buscar los mimos y las atenciones de él, y con mi pequeño ahijadito, que quizás con él, todavía más por el roce que tenemos y el ángel que tiene, es auténtica pasión la que él tiene con nosotros y nosotros con él.  Nos pasó con nuestros primeros sobrinos, uno de ellos es nuestro ahijado mayor. Y bueno, mi última sobrinita, que es pura sonrisa y alegría todo el tiempo y se desvive cada vez que estamos con ella.

Es como si los pequeños intuyeran algo. Siempre lo he dicho de mi pequeño ahijatito, porque parece que en los peores momentos que pasamos, siempre está él preparado para hacernos algún regalo en forma de palabra, gesto, sonrisa, abrazo. Estos últimos días han sido especialmente duros y él me llega un día, después de haber estado jugando con él un ratito y ya cuando me iba,  me viene corriendo y en la puerta me dice: "maina, te quiero mucho"- casi me muero en el sitio cuando oi su vocecita diciendo eso. Nosotros se lo decimos constantemente, que el padrino y la madrina lo quieren mucho y a veces tu le preguntas a él- "¿quieres mucho a la madrina y al padrino?"- y él responde con la cabeza bajita y dándole risita: "- sí, mucho".  Y es que se le nota por la alegría que despierta cada vez que sabe que vamos a ir. Y ahora con su hermanita, hay que llevar mucho cuidado porque la pequeña al principio, al ser más bebé no se daba cuenta y a la pobre casi no le hacíamos caso para no darle celos, pero ahora ella también cuando nos vé nos hecha sus sonrisitas, y muchas veces nos demanda también que la cojamos en brazos y él pequeño ahijadito nos hecha unas miradas a su paino o a mi, como diciendo: "he, que sois mios, cuidadito". Ja, ja, ja. Es para comérselo.

Hay una relación especial con él porque siempre lo he dicho. Él tiene ángel, tiene algo que lo hace especial con nosotros y de alguna forma nos hace tener un lazo muy estrecho con él, no sé muy bien como expresarlo, pero es algo místico y mágico y de algúna forma único, aunque hace unos meses nació mi última sobrinita, bueno ya tiene un añito, y ella ha despertado de alguna forma algo parecido a lo que este mengajo nos ha dado, porque al igual que él, es pura energía y siempre está riéndose y también se vuelve loca cada vez que nos vé, sobre todo con Juan Carlos, que hay días en los que no hay forma de poderla tener ni dos segundos, porque enseguida se revuelve buscándolo, y yo me muero de risa y a la misma vez de dolor, al ver a mi Juan disfrutar con la pequeña en brazos.

Y bueno, ciertamente, la vida es curiosa y extraña, porque disfrutando tanto como disfrutamos con los pequeños y sabiendo como ellos disfrutan y se desviven con nosotros, ninguno es hijo nuestro, aunque a algunos de ellos así los queramos, pero que en definitiva al irse a dormir por las noches, cada uno es arropado por sus padres y Juan Carlos y yo cerramos la puerta de nuestra casa con el silencio que sólo lo dá un hogar sin hijos.

Mi dulce niñita de pelo rizadito, te miro a través de la luz de cada pequeño porque en el beso de cada uno de ellos, en sus risas con nosotros, en sus palabras de cariño, hay un poco de ti, porque cada uno de ellos tiene ángel, y en ese instante, pequeño instante, tú mi amor chiquitín, estás. Te queremos.