miércoles, 27 de marzo de 2013

EL FINAL DE UNA ETAPA

Han ido pasando  los días. He ido tomándomelo con calma, más tranquila que otras veces, menos obsesionada con no moverme, con llevar cuidado, con querer que el mundo se parase para que nada ni nadie pudiera perjudicar el proceso y sobre todo más concienciada con todo lo que podría pasar en un sentido u otro.
 
Como he tenido que ir a acupuntura dos veces, pues a la fuerza he tenido que salir y eso me ha hecho también poder moverme con menos agarrotamiento, menos forzada e incluso me ha animado a poder salir a dar pequeñitos paseos por alrededor de mi casa, acercarme a ver a mi ahijadito, su hermanita y amigos-vecinos y como también me pillan cerquita, fuimos a casa de mis cuñados porque hacía casi dos semanas que no veía a mis sobrinitas, y tenía muchas ganas, sobre todo a la mayor, (con 23 meses) que se puso como una loca cuando me vio,  haciendo palmas y riéndose y como yo no podía cogerla, pues Juan Carlos la cogió y me la acercó y se me abrazó como una lapa, con su carita pegada a la mía, sin moverse, sólo sintiendo mi piel y oyendo mis palabras. No había forma de separarla. ¡Qué graciosa!, y es que tiene muchas cosas de mi ahijadito, muchos detalles, muchos gestos, son críos que tienen ángel. 
 
Y bueno, aunque no he querido emocionarme, al final es inevitable, porque vas sintiendo cosas, te vas notando otras, vas relacionando con otras veces y crees que quizás sí sea posible, y sin tenerlo en mente todo el rato, hay momentos de ilusión, de miedo, de esperanza, de optimismo y ves que los días van pasando y cada vez estás más cerca. Pero de repente algo que nunca, en ningún otro tratamiento había pasado, y es que dos días antes de la beta empiezo a manchar. No es mucho, casi nada y de forma intermitente, pero es que nunca me había pasado y llamo al teléfono de guardia de la clínica y no me lo cogen, dice que el teléfono está no operativo y pruebo varias veces más a lo largo del día y lo mismo, y mientras,  yo llevo cuidado, estoy en reposo y pienso que no sé, que a lo mejor esta vez ha habido suerte porque con Ángela, aunque no fue dos días antes, si que empecé a manchar el mismo día de la beta como casi una regla, pero tengo dudas, no sé que pensar y espero.
Al día siguiente consigo hablar con la clínica. Sigo igual y me dice la gine de guardia que me suba la progesterona al doble y que esté en reposo, que no pierda la esperanza porque ella ha tenido algún caso donde se ha estado manchando como una regla y luego el embrión estaba bien agarradito.
 
Espero. Sigo esperando. Sigo en reposo y viene a verme mi amiga-vecina y ella se siente contenta porque recuerda lo de Ángela y cree que puede ser una buena señal, ya que además esto no me había pasado antes. Y espero. Espero hasta el día siguiente. De momento sigo igual, aún mancho, pero la cosa no ha ido a más.
 
Llega el día. Tengo la beta. Nada más entrar en la clínica me pregunta una enfermera. Allí ya todos están pendientes. Enseguida paso. Me sacan sangre. Mi gine está ese día de guardia, así que está allí desde primera ahora,  por lo tanto en cuanto sepan algo, se que me llamará.
 
Nos vamos. Pasa el tiempo y no llaman, así que me voy temiendo lo peor, aunque sigo tranquila. Me duermo y al poco el sonido del teléfono me despierta. Lo cojo sobresaltada y oigo al otro lado la voz de mi gine que casi no le sale. Me dice que lo siente, que es negativo, que incluso lo han repetido dos veces para asegurarse, pero que no, es negativo. Me quedo casi muda, sin palabras y sólo me sale decirle que gracias, que muchas gracias, que lo hemos intentado y que no ha podido ser. Ella me dice que cuando pasen unos días, haber si pasamos por la clínica para vernos. Es la despedida. Después de tanto tiempo, ha llegado. Ya ha llegado el momento.
 
Llamo a Juan Carlos y él, aunque me dice que ya se lo temía por el tiempo que había pasado, pero sé que siempre queda una esperanza, y su voz se entrecorta, se rompe. Los dos nos hemos dado cuenta que esta etapa ha terminado y que Ángela fue, es y será única, especial, y que entre todos, ella fue la única que agarró, que quiso quedarse y que al final de todo su camino, de toda su lucha, NO DEJARON.
Ahora, sólo nos queda ir dejando pasar los días, para asimilar, para aceptar, para darnos realmente cuenta de que esta etapa ha finalizado y que debemos seguir en otro camino agarrándonos a la gente que nos quiere y sobre todo, el uno en el otro.

No habrá ni un solo día en mi vida, en el que no te siga esperando. Te queremos hija mía.