lunes, 7 de noviembre de 2011

IR CREYENDO EN EL SUEÑO

PODER COMPARTIR NUESTRO EMBARAZO


4 de abril. Era viernes y recuerdo que esa tarde, después de la mañana de tensión que había pasado esperando que la prueba del pliegue saliera bien, me senté en la terraza, me acaricié la barriga y con el teléfono en la otra mano comencé a llamar a todas las personas que sabía que se alegrarían enormemente. Tías, tíos, amigos. Con quién más trabajo me costo hablar fue con dos amigas de mi madre, por el cariño tan grande. Yo lo sabía y así fue. Ellas se alegraron y lloraron conmigo, por lo que ese embarazo suponía para nosotros. Por lo esperado y deseado. Por lo que llevábamos pasado. Por la ilusión y felicidad que sabían nos aportaría.
¿Cómo puede uno explicar algo, que va mas allá de lo que hasta ese momento conocía? Había pasado muchos años viendo a mis amigas quedarse embarazadas, tener a sus hijos, ver sus emociones, alegrarme por ellas, habernos hecho a la idea y de repente, poder experimentar todo eso que tu veías pero que realmente no llegas a captar al cien por cien hasta que no lo vives tu mismo.
¡Que gracia y  a la vez que bonito!. A la misma vez que nosotros, unos amigos-vecinos también estaban esperando su primer hijo. A nosotros ya nos lo habían dicho dos meses y medio antes pero ellos no sabían nada de lo nuestro (les habíamos dicho que yo tenía un lumbago tremendo y que tenía que estar en reposo). El día que ella me dijo que estaba embarazada, yo estaba esperando para hacerme la prueba al día siguiente, por lo que nuestros hijos se iban a llevar unos quince días.
También otra amiga, ellos ya tenían dos hijos, iban a tener otro hijo, que se llevaría con el mío dos meses.
Me hacía mucha ilusión. Podría compartir con ellas, las dudas, los miedos, los cambios, las ilusiones, sobre todo con la que estaba pared con pared con nosotros.



UN NUEVO REGALO.

El 22 de abril, con 15 semanas de embarazo, fuimos por primera vez a la consulta de la ginecóloga que me vería por lo privado. Le comentamos el caso, la información necesaria, la ginecóloga que me había estado tratando en la IVI, las pruebas que esta entonces nos habían hecho y que todo estaba bien. Una vez comentado todo esto, y de abrirme la cartilla pertinente de embarazo,  me dijo que me tumbara en la camilla que iba ha hacerme una ecografía. Esta era ya la primera que me hacían por la barriga, hasta entonces todas habían sido vaginales.
Sin darnos tiempo casi a mirar, sus palabras me hicieron llorar de nuevo de alegría. –Es una niña- dijo. Acto seguido nos miramos Juan Carlos y yo y le dije: “ANGELA”. Nuestra hija se llamaría ANGELA. Era otro regalo. Nuestro angelito del cielo. Aunque lo más importante era que ella estaba bien, su crecimiento era normal, su corazón latía bien. Mi pequeñica, mi hijica. ¡Dios mío! Cuanto la queríamos. Si hubiera tenido que explicarlo con palabras no habría podido. Tendría que haberme abierto el pecho para que se viera mi corazón.
En un principio yo quería una niña. Después, una vez que sabes que estas embarazada, lo único que quieres es que esté bien, es lo más importante. Me hubiera dado igual que fuera un niño sabiendo que estaba sano, pero he de reconocer que me hizo mucha ilusión que me dijeran que era una niña, y así poder ponerle ANGELA. El 27 de enero fue cuando me hicieron la transferencia de embriones. El 27 de enero era Santa ANGELA y ese día mí hija empezó a crecer dentro de mí.
Los amigos-vecinos iban a tener un niño y cuando les dijimos que nosotros esperábamos una niña les hizo mucha gracia. Comentamos que así tendríamos la parejita. Por el poco tiempo que se iban a llevar y por la cercanía de nuestras casas (pared con pared), se iban a criar casi como hermanos. Nos reíamos y decíamos que serían como gemelos pero en barrigas distintas.
Ya podíamos hablarle por su nombre, decirle cosas más concretas. Mi hija. Nuestra hija. El tesoro de tus padres.



CAMBIOS FÍSICOS.


Estaba de 16 semanas, unos cuatro meses. Es curioso porque hasta el momento en que te quedas embarazada, hablas en meses. ¿Estás de un mes, dos, tres?, pero a partir de entonces los cálculos los haces por semanas y días. Estoy de tantas semanas y tantos días, lo cual no corresponde con los meses normales que conocemos. Si sacamos la cuenta, nueve meses serían menos de 40 semanas por eso, a parte de que los ginecólogos te hablan por semanas, realmente los cambios se van viendo semana a semana.
Hasta este momento no había tenido muchas nauseas. Si mucho sueño y procuraba comer en pequeñas cantidades cuatro o cinco veces al día antes de que me notara vacío de estómago. Es decir, antes de que mi pequeñica tuviera hambre. Ya había ensanchado un poco, y empezaba a notarse un poco la barriga, todavía nada significativo pero lo suficiente para que ya no me viniera nada de mi ropa y tener que utilizar ya ropa premamá. ¡Madre mía! Quién me lo iba a decir a mí. Yo utilizando ropa premamá, después de tanto tiempo.
Lo que peor llevé, fue la resequedad tan grande de nariz que tenía. Yo no lo sabía, pero es también un síntoma del embarazo. Muchas veces me sangraba y para dormir ya tenía que ponerme dos almohadas. Con los meses la cosa fue a peor, pero procuraba estar en lugares que tuvieran un nivel bueno de humedad y por las noches tenía que ponerme un humidificador y encender el aire acondicionado no por el calor, sino por quitar la resequedad del ambiente.
También al sentarme, el coxis se me clavaba y aunque me cambiaron el sillón en el trabajo al final tuvieron que dejarme un flotador de los que se compran en una ortopedia.
Daba igual. La resequedad, el dolor al sentarme, el no dormir bien, todo, todo, me daba igual. Estaba embarazada, mi hija estaba bien, y lo importante era ir viendo como iba cambiando semana a semana. No nos permitíamos ir más allá. Nos metíamos en internet para ir viendo como evolucionaba cada semana. Sus cambios, los míos. Aunque tenía curiosidad sólo miraba lo que ocurriría en esos días. Había una página en la que podías ver el cambio de una forma muy curiosa. Ponían una palma de la mano de un adulto, y dentro la mano de un bebe, y según el mes que pincharas veías la diferencia en la mano del bebé con respecto a la del adulto.
Yo me imaginaba la mano de mi hija puesta sobre la mía como sería.
La página es: …………………………………………….



20 semanas. Ya se nota claramente la barriga.

El 29 de mayo me hicieron otra ecografía en la Vega y unos días antes o después también en la Arrixaca. La de las 20 semanas. Miden el fémur, el abdomen, la cabecita, si el estómago está bien, el flujo sanguíneo, el corazón. Todo estaba bien. Mi hija seguía creciendo como una campeona y yo ya podía ir presumiendo de barriga porque de una semana a otra se me empezó a notar claramente. Te sientes como si no hubiera en el mundo otra mujer embarazada nada más que tu, y vas por la calle orgullosa de ir luciendo barriga. A Juan Carlos y a mí sólo nos faltaba llevar unos carteles luminosos con una flecha señalando mi barriga y que dijeran: “¡Eh! Mirad. Aquí está mi hija!-. De todas formas también nos hacían sentir especiales y que mi hija era especial, porque yo creo que no quedó nadie en Murcia que no me acariciara la barriga cuando me veía, cosa que he de decir me daba mucha rabia, porqué había gente con la que no tenía mucha confianza, gente que no tenía mucha delicadeza, y otras veces simplemente no me apetecía que me estuvieran sobando, porque al final te sientes así en determinados momentos. Pero bueno, lo que me encantaba era mirarme en cualquier sitio. Incluso a veces, cuando pasaba de largo por algún sitio donde me reflejaba y miraba conforme caminaba, me sorprendía pensando:- “¡Soy yo! Estoy embarazada y mi hija esta creciendo dentro de mi.-
A mi amiga-vecina a pesar de estar sólo quince días más que yo, se le notaba bastante más que a mi y además ella ya lo notaba moverse.
Estaba de 20 semanas. Me habían hecho ecografías y todo estaba bien, pero aún así me preocupaba no notarla todavía, por lo que se lo comenté al ginecólogo y me dijo que lo normal es notarlos entre la semana 18 a la 22. Así que esperé. Me habían dicho que la primera vez se notaba como una culebrina y que cuando es niña se nota un poco más tarde que cuando es niño, por eso quizás mi amiga-vecina ya había notado a su hijo a las 18 semanas.

No hay comentarios: