martes, 29 de noviembre de 2011

COMPARTIENDO CON LOS AMIGOS

ROQUETAS DE MAR. SIN ELLA

Penúltimo fin de semana de septiembre y todos preparados para salir de viaje. Era el fin de semana que habíamos reservado para ir a Roquetas de Mar. Todavía hacía buen tiempo y daban bueno para esos días, así que una vez salvados los imprevistos, salimos viernes por la tarde hacia allí. Nuestros amigos-vecinos y el pequeño ahijado, nuestros amigos de la misma calle y su pequeño cielito y nosotros y nuestro angelito siempre en nuestros corazones.

A mi me gusta mucho hacer viajes en coche, trayectos, aunque sean cortos, porque me relaja y me gusta ir oyendo música. Así que al ser un viaje de dos horas y media, tres, tenía tiempo de ir pensando, disfrutando de la música, pensando y llorando y echando de menos no poder llevar a mi hija en el asiento de atrás, como muchas veces habíamos imaginado cuando hablábamos de ir a Roquetas con ella.

Llegamos sin ningún problema y sin tener que hacer una parada, los chiquitines se portaron bien. También iban a gusto. No conocían el sitio y les gustó. Estábamos a pie de playa y cerca del hotel hay muchos restaurantes, barecitos, cafeterías, por lo que se trataba, como siempre, de pasar un fin de semana tranquilo, con sitios buenos donde comer.

Dentro de lo que cabe, Juan Carlos y yo estuvimos bien. Íbamos bien acompañados y como siempre todos pendientes. Como hacía buen tiempo pudimos bañarnos en la piscina exterior y disfrutamos como chinos en los toboganes de agua, los mayores, los pequeños en la piscina interior con agua más calentita. Ya por la tarde, el hotel nos regalaba una entrada al balneario, y  Juan Carlos y yo decidimos que como nosotros ya lo conocíamos, nos encargaríamos de los pequeños para que ellos entraran y disfrutaran de él. Y así lo hicimos. Yo me quedé con mi ahijado en la habitación porque estaba durmiendo y Juan Carlos se fue con el otro pequeño de paseo. Cuando se despertó y me vio me sonrió y se abrazó a mí. ¡Que bonita sensación! Es ¡tan agradecido!. Luego lo vestí y nos reunimos con mi marido y el otro pequeño.

Nuestros amigos disfrutaron del balneario y nosotros de que ellos pudieran disfrutar y a la misma vez poder estar con los pequeños, que se llevan muy bien entre ellos.

El fin de semana terminó y lo pasamos bien, y de nuevo tuvimos la sensación de estar cobijados por nuestros amigos, de sentirnos queridos y de saber que aunque el dolor esté ahí y forme parte de nuestra vida tenemos la suerte de contar con ellos y poder pasar momentos buenos gracias a su cariño.

Ángela, eres un pedacito de mí, que la vida me ha arrancado y que espero y deseo con todo mi corazón que algún día vuelva a mí. Te queremos.

UNA BUENA NOCHE. CONFESIONES
La rutina del trabajo, el gimnasio, el ir al cine, las visitas a casa de nuestros amigos-vecinos, hacían que la semana se pasara más o menos rápido, o más o menos lenta, dependía de los días, pero intentando en todo momento mantener la cabeza ocupada y disfrutar de los buenos ratos de compañía o de distracción.
Uno de esos buenos momentos, fue un viernes, no recuerdo si fue el anterior al viaje o el siguiente al viaje a Roquetas, pero si recuerdo la noche tan agradable que pasamos. Nuestros amigos de la misma calle tenían una cena de trabajo y les había fallado su canguro así que nos dijeron si nos importaba quedarnos con su hijo y por supuesto nos encantó. Trajeron al pequeño a nuestra casa y les dijimos que se fueran tranquilos. Por otro lado nuestros amigos-vecinos iban a venir a cenar y mientras él iba a recogerla del trabajo, nos dejó a nuestro ahijado. Aún recordamos muchas veces la escena de los dos pequeños en mi casa. Por un lado el mayor quería que estuvieran dibujando con él, por otro el pequeño, nuestro ahijado se enfadaba y empujaba al otro para que yo lo tomara. Y mientras Juan Carlos intentando poner paz y muriéndose de la risa, de ver lo que hacía uno y otro por llamar nuestra atención.
Una vez que llegaron nuestros amigos-vecinos, nos pusimos a cenar. El pequeño de los amigos de la misma calle, se fue al sofá a ver los dibujos y se quedó dormido una vez que se tomó su biberón. El otro dio un poco más de guerra pero al final también se quedó dormido en su silleta.
Aprovechamos esa cena también, para contarles que habíamos vuelto a intentar un nuevo tratamiento, que no había ido bien, y lo realmente mal que lo pasamos. Les dijimos también que quedaba un embrión congelado y que posiblemente haríamos un nuevo intento pasada la fecha de la muerte de Ángela.
Sin grandes manifestaciones de alegría, porque sabían lo delicado de la situación, y nuestros sentimientos encontrados, pero con la delicadeza y el cariño propio de ellos, nos dijeron que se alegraban de que volviéramos a intentar tener una nueva ilusión y que contáramos con ellos para lo que quisiéramos. Como siempre.
Fue una buena noche. De confesiones,  de sonrisas y risas gracias a los pequeños y de amistad, por su comprensión y su cariño.
Muñequita, panecillico, eres todo mi vidica pequeña. A cada paso que damos, tú nos acompañas. Te queremos.

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