martes, 29 de noviembre de 2011

NO HUBO SUERTE

POCO TIEMPO DE ILUSIÓN
Esa misma noche de Noche Buena, llamé a mi hermano, el que se había ido de viaje con mi padre, para darle la noticia y que se sintiera feliz y contento por mí. De mis dos hermanos, este es el que más pendiente y preocupado ha estado de mí, y ha sufrido pensando que no tenía ninguna forma de poder ayudarme, de poder aliviar un poco nuestro dolor y por eso quise que ese día, aun estando lejos se sintiera más cerca de mí y de esos nuevos momentos de felicidad.
Yo me seguía encontrando contenta-triste, con la normal mezcla de sentimientos pero de nuevo intentando tener los mejores pensamientos positivos, intentando disfrutar de cada sensación que notaba, alegrándome si me tenía que levantar por la noche al cuarto de baño, si notaba los ruiditos que me hacían las tripas o los pequeños pinchacitos que sentía y aunque ya me movía un poquito seguía sin salir a la calle, sin pasear, sólo me movía por mi casa y tampoco mucho. Y por fin llegó el 31 de diciembre. Ese día me iban a hacer la primera ecografía pero el día anterior había manchado un poquito, a penas nada pero lo suficiente para ir preocupada y con miedo.
Ya en la consulta se lo comenté a la ginecóloga y al hacerme la ecografía me dijo que se veía un embrión con su vesícula biliar, pero era todavía chiquitín y ante mi sangrado me dijo que prefería repetirme la beta. Y me sacaron sangre. Y de nuevo la espera y la incertidumbre. Y llegó la llamada. No eran buenas noticias. La beta había subido, pero no lo suficiente para pensar que el embarazo iba bien. Y quedamos en hacerme otra dos días después.
Esa noche íbamos a cenar con los padres de Juan Carlos y uno de sus hermanos con su mujer y mis sobrinos que todavía no sabían nada. Cuando se lo dije, mi cuñada se alegro y se emocionó mucho, pero les tuvimos que decir que la cosa no iba bien y aunque nos dijeron que mantuviéramos la esperanza, en nuestro interior ya sabíamos que no acabaría bien. Estuvieron toda la noche pendientes y muy cariñosos con nosotros, sobre todo conmigo, y como nos llevamos muy bien, me hicieron pasar una buena noche y aunque estuve en reposo y sólo me levanté para cenar, consiguieron que por unos momentos, se borrara del pensamiento la idea de perder el embarazo.
Dos días después, me repetí la beta y se confirmó. La cifra estaba bajando. Me dijeron que dejara de ponerme la medicación y que en unos días empezaría a manchar. Estaba de cinco semanas y tendría un aborto natural. A pesar de lo que me habían dicho, yo seguía acariciándome la barriga y seguía hablándole, era como si no quisiera dejar de creer hasta ver la evidencia. No se hizo esperar, en dos días ya lo estaba perdiendo.
Mi pequeño gran tesoro, después de ti todo es más fácil porque tú eres la niñita de papa y mama. Te queremos.


MIRAR HACIA DELANTE
A pesar de la evidencia, me dijeron que tenía que ir repitiéndome la beta hasta que diera negativo para confirmar que todo hubiera seguido su curso natural y no hubiera ningún problema. En la consulta, al hablar con mi ginecóloga me dijo que lo sentía, pero que intentáramos ser positivos pensando en que todavía nos quedaba un embrioncito congelado. En ese momento me daba igual. Yo lloraba y le decía que si ya de por sí el proceso es psicológicamente muy duro, en nuestro caso todavía era mayor dadas las circunstancias. Ella me dijo que intentara no seguir pensando hacía atrás, que por desgracia ya no se podía hacer nada. Le dije que lo intentaba, que cada día era una lucha por mirar hacia delante, pero que en momentos como esos la muerte de mi hija me dolía si cabe con más fuerza, porque mi hija no había muerto de una enfermedad, mi hija estaba sana y había sido un proceso muy duro hasta llegar a ella. Ángela murió porque no se hizo nada por ayudarla a nacer. No hicieron nada y ahora podríamos tener a mi hija y sin embargo tenemos que estar pasando de nuevo por los miedos, las incertidumbres, las esperas, las ilusiones o decepciones. Y todo, todo, lo hubiera vuelto a pasar después de Ángela, pero de otra forma y con menos angustia, pero ahora era distinto.
Bueno, fueron unos días malos, sin embargo me acordé de lo que me dijo mi amiga de la misma calle unos meses antes, y es que "lo peor que nos podía pasar en la vida, ya nos había pasado", así que, aunque deseaba este embarazo, aunque estaba feliz de nuevo, aunque otra vez fue un palo y me sentía triste, realmente no lo pasé tan mal como en mi primer embarazo y primer aborto. Realmente, el golpe más duro ya nos lo habíamos llevado.
Ahora tocaba recomponerse, seguir luchando, seguir mirando hacía delante y pensar que dentro de lo malo, me había vuelto a quedar embarazada y que aún podíamos conseguirlo. Queríamos seguir creyendo y después de todo lo andado, ahora no debíamos rendirnos, no debíamos dejar de intentar salir adelante.
Iba a llegar reyes y aunque nos hubiera gustado regalarle el mundo a Ángela, no podíamos, pero teníamos tres ahijados y de nuevo por ellos hicimos un esfuerzo y les compramos a cada uno su regalito. Para nosotros nada. Nos bastaba con tenernos el uno al otro. Y para mi pequeña, lo único que podemos llevarle, un ramito de flores junto con nuestro amor más intenso. También los reyes pasaron por allí para llevarle otro ramito. Como no, mi amiga-vecina.
Ahora mi amor, tu eres la mayor, y como los chiquitines no quisieron quedarse conmigo, tu tienes que cuidarlos, igual que con todo nuestro amor lo hubiéramos hecho por ti y también por ellos. Te queremos mi vida.

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