martes, 29 de noviembre de 2011

DESMENUZAR CADA INSTANTE, CADA COSA BUENA.

CADA SEGUNDO IMPORTA
Si en meses anteriores habíamos necesitado estar distraídos continuamente para mantener la cabeza distraída y buscábamos estar ocupados en cualquier cosa y acompañados de gente que nos hacía sentir bien sólo por el hecho de estar con ellos y hacernos compartir momentos buenos de sus vidas con nosotros, ahora no sólo estaba ese objetivo sino también intentar darme cuenta en esos instantes de todo lo que tenía, de todo lo que la gente nos daba, de que serían esos momentos, esos recuerdos los que irían haciendo que nuestra vida tuviera sentido, de que si aprendía a desmenuzar cada segundo de una buena charla, de una buena comida, de una buena película, de una partida a algún juego, de un buen beso, una mirada, un detalle sin venir a cuento, una canción, un ratito en el sofá después de comer, unas risas por algo sin importancia, en fin todas y cada una de las cosas que cada día componen nuestro diario y que no apreciamos, que pasan sin darnos cuenta porque contamos con ellas de una forma u otra, con más o menos asiduidad, pero que al fin y al cabo van creando nuestras vidas de pequeños segundos de felicidad a los que no hacemos caso.
Me acordé del cuento que me contó Carmen (de echo me he comprado el libro de Jorge Bucay) y es cierto, al final sólo vives el tiempo que realmente has disfrutado y a nosotros por desgracia nos han robado mucho tiempo, es más, ya nunca podremos recuperar todo ese tiempo que no hemos podido disfrutar con Ángela y que por supuesto ya no tendremos, y aunque todos los días nos acordamos de ella y en mayor o menor medida (depende del día) es más o menos soportable el dolor, tampoco quería dejar pasar los instantes, aunque fueran segundos de buenos momentos que te hacían sentirte feliz.
Y así, me descubrí en varias ocasiones diciéndome soy feliz, me siento feliz. Eran segundos, milésimas de segundo pero lo pensaba, lo sentía, porque de repente me daba cuenta que estaba haciendo una comida que me había salido bien, o esa noche había dormido un poco mejor de lo habitual, o recordaba alguna gracia de nuestro ahijado, o Juan Carlos me había dicho que guapa estaba, o me había sentido especialmente bien con él el día anterior o simplemente era una sensación que sin explicación, sin motivo aparente, como un pequeño empujoncito me hacía notar un subidón. Por poco tiempo, pero ese tiempo contaba.
Ángela, recorres conmigo cada paso que doy y te siento muy cerquita nuestro dándonos todo tu amor. Te queremos vida mía.

CADA SEGUNDO IMPORTA
En este nuevo estado estaba yo, queriendo comerme el mundo y no perderme nada, que por las noches caía reventada a la cama. La verdad es que me daba sueño a lo largo del día en varios momentos y al principio pensaba que era por una pulsera que me había comprado con unas piedras que decían que eran relajantes, la magnesita, pero luego entre risas con mi amiga de la misma calle a la que le había comprado también una y me decía que a ella no le estaba ayudando nada, pensamos, que quizás lo más normal era que ese repentino sueño fuera por mi agotamiento mental, mi lucha constante de los últimos días por levantarme cada mañana con el propósito de que ese día también ganaran los pensamientos positivos a los negativos.
La verdad, es que de momento daba resultado. Seguíamos pasando buenos ratos con nuestros amigos de la misma calle, con nuestros amigos-vecinos y seguíamos riéndonos y disfrutando mucho de todas y cada una de las gracias, de los descubrimientos, las novedades de nuestro ahijado. Sólo el verlo reír, el recibir un abrazo suyo o poder cogerlo en brazos cuando extendía sus pequeños bracitos hacía ti ya era todo un regalo. El muy pillo. Como todavía no sabía hablar, su forma de poder conseguir algo y obligarte a ir hacía donde quería, era extender sus pequeños bracitos para que lo cogieras en brazos y así poder señalarte lo que quería conseguir. Madre mía, lo que me río con su madre porque siempre le digo que a mi me tiene pillada la vuelta y que sabe sacarle lo que quiere a su madrina.
Empezamos también a salir una vez a la semana con mis cuñados, dos de los hermanos de Juan Carlos y sus mujeres y cada semana uno proponía un sitio nuevo donde cenar. Como a todos nos gusta la comida, era una buena forma de disfrutar doblemente. Por un lado la compañía, por otro la comida. Y con cada una de estas salidas, empecé de nuevo a querer arreglarme un poquito, a pintarme, a estrenar ropa. Siempre me ha gustado mucho la comida, y he disfrutado con ella, pero ahora era como descubrir otra vez muchos sabores, olores. Y aprendí a saborear, pero de verdad, como si uno se comiera el mejor manjar del mundo y pensaras que es el último y quisieras quedarte con todos los detalles que te hacen saborear ese momento, aún tratándose de una hamburguesa.
Pero lo mejor de todo, es que no sólo me estaba pasando con la comida, sino con todo. Con las salidas en sí, con el sitio, con la compañía, la conversación. Al final era eso lo que contaba porque si la comida estaba bien, estupendo sería un añadido, pero sino, tenías todo lo demás que era lo realmente importante. Por eso me está gustando el aprender a saborearlo todo y es bonito hacerlo, (como un anuncio que había de mercedes), siempre como si fuera la primera vez.
Hoy mi vida, al escribir estas líneas me he dado cuenta de cuanto me has dejado, de todo lo que me estas haciendo aprender y de que estoy aprendiendo a vivir. Gracias mi cielo. Te queremos.

PODER ASUMIR LAS AVENTURAS DE LA VIDA
Bueno, en mi estado, en mi situación, mis sentimientos viven continuamente en una montaña rusa. Tan pronto llevas unos días mejor, como de pronto te viene otra vez el bajón y la cabeza no para de dar vueltas. Es difícil. Muy difícil mantenerte siempre arriba, ya me voy acostumbrando porque pienso que ya siempre será así. Tendré días buenos, a pesar de acordarme de Ángela, pero habrá otros en los que su ausencia, el porqué no está con nosotros, el acordarme sin poder evitarlo del día en el que no la ayudaron a nacer se apodere de mí de nuevo y me haga casi volverme loca.
Se que ya siempre tendré esos momentos porque su muerte nos ha arrancado una parte muy importante de Juan Carlos y mía pero lo estoy asumiendo y ya no pienso que doy pasos atrás cuando me encuentro mal, porque sé que es inevitable, porque por muchos momentos buenos, por muchos hijos que tuviera (si alguna vez tengo alguno más), ella ya no formará físicamente parte de ellos y hemos de vivir con eso. Pero miro hacía delante. Lo intento y me he acostumbrado a poder hablar de ella sin llorar e incluso a veces con una sonrisa en la boca.
Todavía alguna vez, te encuentras con alguien que hace mucho tiempo que no ves y te pregunta ¿que tienes un hijo o una hija?, pero ya no lloro y aunque es difícil la respuesta (por ellos) suelo contestar que tengo una hija pero está muerta porque me la mataron el día del parto, y que aunque tenemos presentada una querella criminal, a mi hija ya no nos la devolverán y lo único que alcanzan a decir es que lo sienten mucho y que lamentan haber preguntado, pero yo les digo que no importa, que por el hecho de no hablar, de no preguntar no significa que yo no piense en ella todos los días. Al principio me costaba trabajo, el hecho de decir que tengo una hija estando muerta, pero es que es así, mi niñita no está pero ha sido, es y será mi hija.
Cada día es una aventura, buena o mala pero hay que vivirla y buscar cualquier pequeño resquicio donde poder agarrarnos cuando la aventura es mala, intentando siempre que estas experiencias nos hagan ir sacando lo mejor de nosotros y nos vayan ayudando a levantarnos, aunque sea con ayuda, pero levantarnos. Lo importante es ir dando pasitos aunque alguno tengamos que retrocederlo, pero seguro que mañana podemos volver a darlo hacía delante. Todas estas reflexiones me las tengo que ir diciendo todos los días para poder tener ratos en los que de verdad me lo crea y de alguna forma me hagan sentir más fuerte y pueda volver a elevarme a lo más alto de la montaña rusa.
La estrellita más brillante del cielo cada día me recuerda que desde allí arriba nos miras, nos mandas besitos, y me acerca un poquito más a ti. Te queremos.


IR ENCONTRANDO UN NUEVO CAMINO
Quería tener una nueva visión y empecé a darme cuenta de ¡cuántas cosas bonitas tiene la vida!, y yo me estaba perdiendo muchas de ellas porque no sabía disfrutarlas. No sé, supongo que nos pasa un poco a todos. Que cuando estás metido en la rutina, en el día a día no te das cuenta y van pasando muchas cosas sin que nos demos cuenta, sin hacerles caso porque nos volvemos cómodos y llega un día en el que quizás te paras a pensar y ves lo mucho que tienes, las muchas cosas que puedes hacer, y de alguna manera te vas convenciendo a ti misma de que has perdido un tesoro, quizás el mayor del mundo, pero que también puedes estar agradecida por otras muchas cosas que el dolor no deben hacerte olvidar.
Así que, al llegar el lunes estamos reventados, cansados y con falta de sueño, pero si antes no teníamos tiempo para nada, no haciendo nada, ahora hacíamos muchas cosas y sacábamos el tiempo de donde fuera y nos daba para hacer y estar con mucha gente. Un día a la semana íbamos al cine, ese día era para nosotros. Se había convertido en una costumbre y nos gustaba ir a ver cualquier película con tal de poder comentar luego y poder elegir donde tomábamos un bocado luego. ¡Cómo dos crios, eligiendo chucherías!
Otro día nos íbamos de cena con mis cuñados y otros organizábamos cenas o comidas en mi casa o casa de mis amigos-vecinos, de la misma calle, los papas de nuestra ahijada, con los amigos que ella es un poco mayor que yo y mira la vida siempre buscando lo bueno, como en una flor que acaba de brotar, o con otros amigos que a la misma vez son parte de la familia y que aunque no nos vemos con mucha frecuencia, siempre están ahí.
En esas estábamos de no perdernos nada que antes de Semana Santa, se organizó en Murcia una fiesta alemana. Se montó una carpa, unas mesas alargadas, música en directo y por supuesto comida alemana. Y como no, ahí que nos pusimos de acuerdo con mis cuñados para reservar una noche e ir a cenar. Fue una noche especialmente divertida, porque de cuatro que íbamos a ir, al final nos juntamos diez. Cuñados, amigos, hermanos de cuñados, en fin un cuadro de distintas edades, pero todos muy bien avenidos. Mi cuñada mayor, se sentía contenta por mí, por nosotros, por vernos disfrutar de esa forma, por ver que íbamos haciendo avances y con grandes esfuerzos y muy buena compañía conseguíamos reírnos, disfrutar, ir comiendo más poquito a poco y guardar todos esos buenos momentos para llenarnos la cabeza y el corazón.
Estaba empezando a dar sus frutos todo este cambio de actitud, todos y cada uno de estos nuevos y buenos momentos y recuerdos que ahora iban a ir formando parte de nuestro día a día y que me estaba acostumbrando a tener. Empecé a recuperar un poco de peso, y eso me alegró porque me dí cuenta que era parte del proceso de recuperación y que mi esfuerzo por estar más días en lo alto de la montaña rusa, valía la pena.
Ángela, no puedo dejar pasar un día sin querer besarte, acunarte, mimarte, y tenerte entre mis brazos, y aunque ahora no puedo, espero algún día por fin, tener esa oportunidad. Te queremos.


CARGADOS DE LO MEJOR
La última vez que nos habíamos visto con los amigos papas de nuestra ahijada, habían comentado que ellos no habían probado nunca el cochinillo y que yo sabía hacerlo porque me había dado la receta otra amiga. Bueno la verdad es que nada más que lo había hecho una vez, pero me salió bastante bien, así que quedamos en que en la próxima visita a mi casa haría eso de comer. Y con esa excusa no tardamos en reunirnos. Vinieron como siempre cargados, cava, bizcocho casero y dulces caseros. Ella hace una repostería muy buena por eso cuando viene a mi casa no hace falta que le diga que traiga nada, porque siempre nos sorprende gratamente. Y como siempre, los dulces buenísimos y ¡menos mal! el cochinillo un éxito. Salió muy bueno.
A mi me encanta que vengan a mi casa porque ¡son tan familiares!, ¡se muestran con tanta confianza en mi casa! que me encanta que se sientan así de a gusto. Sus hijos mayores siempre nos muestran mucho cariño y alegría al vernos y realmente da gusto poder contar con esa sensación que ellos transmiten. Todo lo contrario es la pequeña. Nuestra ahijada. La pobrecita nos extraña y le cuesta trabajo venirse con nosotros, pero la dejamos a su aire, ya nos irá conociendo poquito a poco. Nos hizo especial gracia verla cuando se enfadaba porque se tiraba al suelo y se ponía a llorar. Igualito que nuestro ahijado, (sólo que él no llora). Los dos pequeñajos......
A Juan Carlos y a mi nos encantaría que se conocieran estas dos parejas de amigos, pero yo aún no creo que pueda estar preparada para poder ver a sus dos pequeños juntos, sabiendo que mi hija debería estar justo en mitad de ellos. Todavía me cuesta. De momento por separado es más fácil, aunque todo se andará.
En esta comida, nuestro amigo aprovechó para regalarle a Juan Carlos una entrada para irse con él a ver un partido del Real Madrid. Por supuesto a él le hizo mucha ilusión, por el partido en sí y porque nunca había estado en el Bernabeu. Sin embargo como estamos acostumbrados a ir a todos sitios juntos, me decía que le entristecía un poco ir sin mí. Pero yo estaba muy contenta por él, me hacía muchísima ilusión que pudiera disfrutar de algo así y así se lo hice saber. Mi encargo para los dos era que se lo pasaran muy bien y disfrutaran. Me sentía feliz por él.
Ángela, angelito mío. Cada noche me duermo imaginándome tu carita y al despertar sé que no estás, pero estás. Te queremos.

No hay comentarios: