viernes, 9 de diciembre de 2011

COMPRENDER Y ACEPTAR MUCHAS COSAS

UNA BETAESPERA SERENA

En casa de nuevo tras la transferencia de los embrioncitos. En reposo de nuevo, casi sin moverme, casi sin querer "respirar" por no hacer ni un solo esfuerzo. De nuevo al sofá, cama, sofá durante dos días. Es que es algo que no puedes evitar aunque quieras, aunque intentes mentalizarte de que todas las mujeres que se quedan embarazadas todos los días sin saberlo, siguen haciendo su vida normal. Pero da igual que quieras hacerlo un proceso normal. Tu cabeza te indica una cosa, pero tu corazón te dice que para que esos pequeñitos se agarren bien debes estar quietecita.

Y así lo haces, y entre minuto y minuto, hora y hora, vas tocándote la barriga, vas hablándoles, vas recreando en tu mente como van dividiéndose poquito a poquito haciéndose grandes con cada pensamiento positivo, y con cada sentimiento de ilusión.

Otra vez los primeros dos días fueron pesados, pero ya esta vez, al tercer día empecé a moverme. Despacio, muy despacio, casi a cámara lenta, pero haciendo cositas. La comida, poner y quitar la mesa. Hacer la cama. Dar pequeños paseitos dentro de la casa. En fin, queriendo dar normalidad a esos días de espera que esta vez llevaba con mucha tranquilidad, la verdad.

Me sentía con energía, incluso con alegría, como si todas esas coincidencias que habían rodeado este nuevo proceso me indicaran que todo iba a ir bien. Por otro lado no quería ir observando mis posibles cambios o no, porque si no me iría obsesionando con lo que iba o no notando. Y es que después de tantos procesos, después de tanto leer historias de otras chicas, sus síntomas, sus emociones durante esos días de espera, la betaespera la llaman, sus miedos a moverse lo menos posible, sus ilusiones y esperanzas tan parecidas a las mías, después de tantas cosas, la actitud te ayuda a mantenerte arriba y a poder llevarlo con más serenidad si te lo propones. Y yo me lo propuse.

Ángela, quisiera poder soñarte todas las noches para poder dejar mi mente volar hasta ti. Te queremos.



AUNQUE NO QUIERES, LO PRESIENTES

Ahora parece que me noto esto, ahora parece que me noto lo otro. Entro al cuarto de baño y me miro. No. No quería pensar, ni observarme. Estaba tranquila, me sentía bien y podía ir disfrutando de cada día, sin nervios, sin prisas. En cada uno de los procesos he sentido cosas distintas o quizás iguales, ya no lo sé. Lo único que sé es que esos días eran irrepetibles, por si sí o por si no, quería sentir esos días con ilusión.

Ya habían pasado los primeros días y ese entusiasmo del principio parecía que iba abandonándome. Era como si fuera presintiendo, como si fuera notando que ya no estaban. Que de nuevo el sueño, había quedado en eso en un sueño. Cuando me venían esas sensaciones, esos pensamientos, intentaba quitármelos de la cabeza, porque debía seguir transmitiendo a mi cuerpo los mejores vibraciones.
Sin embargo no sé, lo notas, lo sabes aunque no quieras. Yo pensaba constantemente en que cuando me quedé embarazada de Ángela, la verdad, es que no noté nada. No tenía ningún síntoma, ninguna sensación. Pero a pesar de recordarlo y querer convencerme de que era normal, mi ánimo se fue desinflando sin yo poder evitarlo.

Y una vez más llegó el día de la beta. Al entrar me encontré con la enfermera que yo conocía y me acompañó a sacarme sangre. Me dijo que la noche anterior se había despertado varias veces acordándose de que al día siguiente yo iría. Todos andaban nerviosos. La chica que me sacaba sangre me dijo que ya vería, que en la Clínica IVI hacen muchos milagros. Sin embargo, yo me puse a llorar y les dije, que posiblemente mi milagro había sido Ángela.

Salí, y en recepción todas me desearon suerte y cruzaron los dedos. Yo les dí las gracias emocionada, con lágrimas en los ojos. Y esperé. Esperé esa llamada, que confirmó mis sensaciones. No había embarazo.

¡Hay Ángela!, por qué no puedo parar de llorar. Por qué cuando vuelvo a subir, la bajada es tan fuerte. Te llevo en el corazón y en mi alma. Te queremos.


MI CUERPO Y MI MENTE SE REVELARON

Una vez más llamé a Juan Carlos. Tenía el corazón roto. Me sentía hundida. No tenía fuerzas y no pude llamar a mi amiga-vecina, así que le puse un mensaje únicamente con la palabra “negativo”.

No podía. No tenía ánimo. Había puesto tanta ilusión, tanta alegría, tanta energía positiva, tanto optimismo, que mi cuerpo y mi mente se revelaron. Me quedé sin ganas de nada. Literalmente. Me quedé sin ganas de vivir.

No podía dejar de llorar y lo único que pedía esos días siguientes era cerrar mis ojos, dormirme y no despertarme más. Quería estar con Ángela, quería dejar de sufrir, quería dejar de luchar. Soy creyente y a pesar de todos los reveses de la vida, no me quitaría la vida sin embargo sí pedía no volver a despertarme. Ya no tenía fuerzas, ni quería tenerlas, ni volver a intentar sacar fuerzas de algún sitio.

Incluso me planteaba que qué es lo que estaba haciendo. ¿por qué estaba intentando tener otro hijo? ¿Realmente lo quería o me estaba engañando y sólo buscaba una y otra vez la posibilidad de tener a Ángela?. Mi cabeza sabía que no podía, lo sabía. Pero quizás era mi corazón el que aún no se había dado cuenta que ella ya no vendría más. Estaba en el cielo. Era, es un angelito del cielo. Entonces, ¿qué estaba haciendo?, ¿qué debía hacer?.

Pasé unos días bastante malos. Muy malos. Pero de nuevo sin saber por qué, sin saber de donde, una vez más fueron volviendo las fuerzas. A lo mejor es ella que me empuja a seguir, a no dejar a su papa en esta lucha de cada día que es la vida. No lo sé. Sin embargo volví a ir planeando para sacarle partido al vivir.

Me agarro a tu recuerdo con todas mis fuerzas, y tu me cubres con tus pequeñas alitas para darme calor y empujarme. Gracias por ser mi hija. Te queremos.


REFLEXIONES PARA EL CAMINO

Las horas, los días, semanas, meses. Todos van pasando y sigo estando en una montaña rusa de sentimientos. Sigo estando unas veces arriba y otras abajo, pero procuro agarrarme a la idea de que "hay luz al final del camino". Que a pesar de seguir sumergida en el dolor, tengo la fuerza, las ganas y el convencimiento de querer aprovechar todos y cada uno de los momentos buenos de la vida, porque una vez que pasa un día, una hora, un minuto, este ya es irrecuperable. Vendrán más, pero esos ya habrán pasado.

Así que, una vez más resurgí de mis cenizas y de esos días tan malos me quedó esa fría sensación de no querer despertar, para pensar con más fuerza en los instantes presentes, en que la vida pasaba sin darte cuenta si no querías darte cuenta y entonces pensé y decidí que ya después de muchas navidades sin poder celebrarla, sin poder vivirla, éste año lo haríamos.

No es que especialmente me haya gustado la navidad alguna vez, pero es una fecha, que aunque nostálgica, invita a sacar lo mejor de nosotros mismos, de compartir con la familia, los amigos, de salir y ver las luces, oir los villancicos, regalar y ser más generoso con quién menos tiene. Y la verdad, una vez que falta alguien importante en tu vida, se hacen más tristes todavía esas fechas, pero seguía en la necesidad de poder "ver luz al final del camino", por lo que le dije a Juan Carlos que esté año íbamos a comprar el árbol más grande que hubiéramos visto, íbamos a poner el belén, a oir villancicos, invitar a todos nuestros amigos a un día especial, e íbamos a adornar la casa con velas, muñecos de nieve, reyes magos colgados del balcón. En fín, todo el lote.

Juan Carlos se alegró de mi actitud, y aunque un poco reacio al principio, porque tampoco tenía el ánimo muy allá, al final vió positivo el vivir esos días con un poco de ilusión después de tantas navidades sombrías.

Es imposible tenerte más presente, en los momentos malos, pero también en los buenos. Te queremos.


POR FIN COMPRENDI

Por fín descrubrí que es lo que le pasaba a Juan Carlos, lo que lo había estado atormentando, agobiando, entristeciendo aún más, desvelándolo. Descrubrí esa necesidad imperiosa de refugiarse en mi y buscar consuelo como un niño. Descubrí y me dí cuenta de cuanto había estado sufriendo. Todo en secreto, sin yo saber, sin darme cuenta, todo para una vez más, protegerme y evitarme un duro trago.

Durante semanas, andamos sumergidos en el nuevo proceso de In Vitro, con pinchazos, revisiones, nueva ilusión en mi mente y por tanto, todo centrado en ello, no le dí importancia a las preguntas constantes de Juan Carlos a la ginecóloga de cuando sería la extracción y cuando sería la transferencia para poder organizarse en el trabajo. Yo todo lo veía normal.

Pero no era así. Su interés no era para que no coincidiera con algún compromiso laboral. Su interés era para que no coincidiera con algo muy importante que no tenía marcha atrás y que lo había llevado de cabeza durante mucho, mucho tiempo. El traslado de Ángela al panteón familiar.

Cuando murió Ángela, no estaba construido así que fue enterrada en un nicho alquilado y meses después mi suegro mandó construirlo para poder llevar allí a su hijo y a su nieta, y aunque a mi cuñado lo pudieron trasladar porque ya había pasado el tiempo establecido, nosotros teníamos que esperar un mínimo de dos años para poder trasladarla.

Yo sabía que Juan Carlos había empezado a informarse, pero no imaginaba que estaba en todo el proceso. Así que una vez salido del tratamiento, y ya sin necesidad de estar en reposo, fuimos a ver a mi pequeña y cual fue mi sorpresa cuando el coche no se paró en el lugar de siempre y continúo. Ya no hubo que decirme nada, entonces comprendí.

Entramos y abrazada a Juan Carlos, lloré, lloré y lloré. Lloramos. ¡Cuantas veces durante el embarazo Juan Carlos me decía que cuando naciera, la llevaría a que "la conociera su hermano", y ahora estaban los dos juntitos, no sólo de alma sino también en cuerpo. Mi cuñado, Miguel Ángel. Mi hija, Ángela. Su padre y yo quisimos que pusiera en la lápida: El Bebé Ángela Moreno Vicente. 16/10/2008. El tesoro de tus padres.

Mi cielo, siempre le pido a la abuela que te cuide y te de muchos besitos y mimitos y al tito Miguel que te haga reir mucho y te haga muy feliz. Se que así es. Te queremos.


ELLOS LO SON TODO

¡Cuántas cosas pasan los hombres por nosotras para evitarnos más sufrimiento del que llevamos! Ellos, que por ser hombres se creen más fuertes que nosotras o que deben demostrar que son más fuertes que nosotras y ¡cuánto se equivocan!.

Ante el dolor, somos iguales, simplemente las mujeres tenemos más facilidad para poder exteriorizar nuestros sentimientos, para dejarlos fluir, para llorar con furia, rabia e impotencia sin miedo a que se nos cuestione nuestra fortaleza, nuestro miedo, nuestra tristeza.

Ellos lo sufren en silencio, sin apenas darnos cuenta porque creen protegernos sirviéndonos de pilar constante, ayudándonos en el día a día y en todas aquellas situaciones que para nosotras pueden resultar insoportables, pero que para ellos también lo son y aún así pasan por ellas aguantando su dolor y el tuyo.

Y así Juan Carlos ha tenido que pasar en este tiempo por dos de las peores vivencias de su vida. Una cuando tuvo que ver a nuestra hija, cogerla en brazos y despedirse de ella por los dos y otra el traslado de nuestra pequeña, ya que en su momento, el día que la enterraron, por estar acompañándome en todo momento no fue. Sabía que nuestra hija estaría acompañada y se quedó a mi lado. Por eso, este momento fue tan duro, porque él no había visto el pequeño ataudcito de Ángela.

¡Cuánto siento todo lo que tuvo que pasar por mi!, para ahorrarme un sufrimiento añadido. ¡Cuánto tuvo que dolerle elegir los peluchitos que irian con ella para acompañarla! ¡Cuánto!

Lo más curioso de todo son los trámites tan absurdos que tenemos en este país. Mi hija, como tantos otros bebés, al no tener cumplidas veinticuatro horas de vida, no puede ser registrada, y sin embargo para poder hacer el cambio, Juan Carlos tuvo que hacer cuarenta mil trámites, papeleos e incluso, y esto ya raya en lo absurdo, traer un forense para que estuviera presente en el momento del traslado. ¡Hay algo más hipócrita!.

Al menos, después de tanto sufrimiento, Juan Carlos se sintió en paz y tranquilo sabiendo que su hija ya estaba en el panteón.

Es tan grande nuestro amor por ti mi pequeña princesa, que el calor de un rayo de sol nos hace imaginarnos tu sonrisa. Te queremos.


OPTIMISMO FRENTE AL MIEDO

A mi la navidad ya he comentado que no es una fecha que me guste especialmente, pero a Juan Carlos le encanta o le encantaba, ya que debido al cúmulo de acontecimientos que han rodeado nuestra vida los últimos años ha quedado en un segundo plano. Pero como dije, este año quería que fuera distinto, quería darle un poco de color a nuestra vida y esperaba que esta navidades fueran el comienzo de algo.

A el siempre le han encantado esas casas americanas que se ven en las películas llenas de luces, y todo el jardín decorado con muñequitos, figuritas. Todo a lo grande y aunque no íbamos a llegar tan lejos, al menos sí nos proponíamos poner algunas luces, adornar un gran árbol, poner un belén, e incluso algún pequeño muñequito por el jardín, y como no, los tres reyes magos colgados del balcón.

Y empezamos las compras, árbol por aquí, adornos por allá, luces en este sitio, muñequitos en este otro. Ya nos reíamos con nuestros amigos-vecinos y amigos de la misma calle diciéndoles todo lo que íbamos a poner y ellos nos decían que haríamos una competición para ver el que más adornos ponía en su casa. Seguro que eran la envidia de todos.

En fín que una vez decidida nuestra intención de superar esas fechas con la alegría que podíamos y la ilusión que intentábamos sacar de no se donde, y una vez compradas todas las cosas y con ganas de quererlas montar en cuanto entrase diciembre, nos encontramos una vez más con la mala suerte en las narices.

Juan Carlos tuvo un problema de salud y aunque podíamos esperar a después de las fiestas para poder ponerle solución, decidimos, principalmente él, que para que esperar. Los problemas de salud, aunque no haya urgencia, cuanto antes solucionarlos mejor. Así que no había nada que pensar, ya estaba decidido.

De nuevo uno se pregunta, ¿alguna vez acabará?, ¿veré la luz realmente alguna vez? Pongo ilusión, pongo ganas, pero ¿para qué? ¿Merece la pena seguir teniendo esperanza? En cualquir caso todas esas preguntas, deberían quedar en el olvido, al menos mientras recuperábamos su salud. Ahora lo único importante era él, que se pusiera bien, que no tuviera miedo, que me viera fuerte y optimisma. Tenía confianza en que todo saldría bien, y sin embargo estaba muerta de miedo.

Mi pequeña sé que estuviste con papa, que lo amparaste y velaste durante todas las noches en las que estuvo tan malito, por eso mi cielo ahora papa ya está bien. ¡qué bien le cuidaste!. Te queremos.


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