jueves, 24 de noviembre de 2011

SORPRESAS

UNOS REGALOS

La vuelta al trabajo fue, bueno, como tenía que ser. Triste, muy triste de verme de nuevo allí donde unos meses antes me había ido con toda la ilusión del mundo y pensando que cuando volviera llevaría a mi niña para que la conocieran todos. Tenía pensado también tomarme como mínimo un año de excedencia. Quería aprovechar cada minuto, cada segundo con Ángela. Ir viendo su evolución, sus cambios, sin perderme nada, disfrutar de esos primeros meses de su vida y a la vez que ella pudiera disfrutar de su mama. Pero la vida ............. Mis compañeros estuvieron todos muy cariñosos, sin saber muy bien que decirme, intentando que en lo posible me sintiera cómoda.

Bueno, seguía durmiendo mal, muy mal. Me pasaba toda la noche soñando, de una cosa a otra. Cosas sin sentido, sin tener que ver con mi vida, y aunque el sueño no era reparador prefería estar durmiendo a pesar de todo, porque estos sueños no dolían. Era mejor que la realidad.

En estos días conocimos a unos vecinos a los que habíamos visto varias veces pero con los que no habíamos hablado, sólo nos saludábamos cuando nos veíamos. Ellos y su hijo de tres años,  llevaban vario tiempo queriendo conocernos a nosotros y también a nuestros amigos-vecinos así que quedamos en que haríamos una barbacoa  para ir conociéndonos. Y de momento así quedamos.

Unos días después, nuestros amigos-vecinos nos invitaron a comer y cuando estábamos a punto de marcharnos, nos dijeron un poco apurados que esperáramos, que hacía tiempo que querían decirnos una cosa y nunca encontraban el momento. Juan Carlos y yo nos quedamos un poco extrañados, pero enseguida despejamos la incógnita. El, en palabras de los dos nos dijo: -"hace tiempo que queríamos decíroslo pero no sabíamos como. Varias veces hemos estado a punto pero después no nos decidíamos. Hemos pensado, nos gustaría, queríamos que fuerais los padrinos de nuestro hijo, pero si nos decís que no, lo entenderemos"-. Yo tenía en ese momento al pequeño en mis brazos y nos miramos Juan Carlos y yo emocionados y sin preguntarnos el uno al otro, sólo con la mirada el uno al otro, les contestamos con lagrimas en los ojos que sí, que una cosa no quitaba la otra y que les agradecíamos en el alma que hubieran pensado en nosotros.

El fin de semana siguiente, vinieron a comer los otros amigos que su hija había nacido prematura unos días después de la muerte de mi hija. Ellos tienen otros dos hijos, una niña y un niño. Al finalizar la comida también ellos nos dijeron que les gustaría que fuéramos los padrinos de su hija, y  que si les decíamos que no, lo entenderían. Al igual que con el otro pequeño, su propuesta también nos emocionó e igualmente les dijimos que sí y que les agradecíamos que nos lo dijeran.

Las dos parejas no se conocían y por lo tanto no se habían puesto de acuerdo pero han sido tan generosos, han pensado tanto en nosotros y en como poder de alguna forma intentar hacernos sentir mejor que para ellos de esa forma era como regalarnos un pedacito de lo que ellos más quieren.

Hemos sido bendecidos con Ángela que es lo mejor del mundo y hemos tenido la suerte de tener a gente que nos quiere, que también la llevan en el corazón.

Mi dulce angelito del cielo, tus papas te echan de menos, te quieren.



AYUDÁNDONOS

Después de los dos grandes regalos que nos habían hecho nuestros amigos, Juan Carlos y yo, a pesar de la tristeza, la inmensa tristeza, nos sentíamos afortunados por contar con amigos así, porque es tan difícil contar hoy en día con gente desinteresada, no egoísta, con un corazón que no les cabe en el pecho y sobre todo que sabes que puedes contar con ellos en los momentos malos, porque para las fiestas estamos todos, pero es en los momentos duros donde se demuestra quién es quién. Como dicen, "Para las bodas tienes que llamar a los amigos, pero para los funerales vienen solos".

Al fin, organizamos una cena en mi casa con nuestros amigos-vecinos y con los otros amigos que vivían en la misma calle para ir conociéndonos y de esa noche también surgió una bonita amistad entre los seis y sus dos pequeños, porque son gente también muy buena y generosa. Ellos sabían también de nuestro caso y nos dijeron que podíamos contar con ellos para lo que quisiéramos. Desde entonces, a parte de vernos con cierta regularidad, suelen llamarnos la semana que no nos vemos para saber como vamos tirando, como nos encontramos, e intentan también hacernos recibir el cariño de su hijo, que es también un cielo.

Siempre recordaré lo que me dijo una amiga después de que hubiera nacido su primera hija, me dijo: " Después de dar a luz y ver a mi hija, en ese momento fui tan feliz y me sentía tan realizada que es como si todo lo hubiera cumplido ya y si me hubiera muerto en ese instante no me habría importado". Yo deseé lo mismo pero de pura tristeza y desolación.

Yo seguía yendo a las consultas con mi amiga-psicóloga y le iba contando como me iba encontrando, los altibajos que tenía, le conté lo de la propuesta para ser padrinos de los dos niños y me dijo que le parecía muy bien, que ese contacto con los niños nos hacía bien porque era una forma de afrontar la realidad y de ir superando obstáculos. Por la relación tan especial que habíamos cogido con el hijo de nuestros amigos-vecinos nos hizo pensar en la posibilidad de quizás volver a intentar tener  otro hijo y mi amiga-psicóloga me dijo que el instinto maternal lo seguía teniendo abierto y que psicológicamente no iba a estar preparada nunca por lo que tenía que plantearme el momento a partir de que me dieran el alta de la cesárea y que si me volvía a quedar embarazada, tendría que aprender a vivir con los dos sentimientos, que no eran incompatibles. Los dos sentimientos irían en paralelo. Ella me conoce y sabe que en mí debe ser así, que yo no puedo cerrar la herida y mirar hacía delante sin mirar hacía atrás. No puedo, no podría, para mí sería como una traición. Ella me conoce, me conoce muy bien.

Mi lucero, cada noche te mando un beso pensando que tú hija mía eres la estrella más brillante, la más bonita. "Ángela".

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