miércoles, 14 de diciembre de 2011

VIDA EN MEDIO DE LA VIDA


Entre todas estas incertidumbres judiciales llenas de esperas, miedos, esperanzas, con alti-bajos de sentimientos, con multitud de emociones a flor de piel al recibir cada llamada, cada certificado, con la necesidad de que el plazo cada vez sea más corto, que ya falte menos, con todo esto, todo, la vida sigue y en medio de una sin razón, de una angustia, un nuevo ser llega al mundo ajeno a lo que hay a su alrededor, sin saber que su llegada dará alegría infinita a muchos y aunque una mezcla de alegría y dolor a otros, ayudará a poder abrir caminos.

Y es que como digo la vida sigue, y mientras unos tratamos de sobrevivir y de intentar cerrar etapas otros, consiguen traer vida al mundo en forma de un pequeñito ser llamado Carla. Mi nueva sobrina. Nuestra nueva sobrina.

Según nos dijeron era muy chiquita, con mucho pelo, pero estaba bien. El parto había sido por cesárea y Juan Carlos habló con su hermano y le dijo que las dos estaban bien, que nos alegrábamos de que todo hubiera salido bien y que ya más adelante iríamos a conocerla.

A pesar del tiempo transcurrido, todavía nos cuesta mucho trabajo poder ir a visitar a bebés de gente conocida cuando todavía son muy chiquitos, muy bebes y por lo tanto dejaríamos pasar algún tiempo antes de poder ir a verla.

Juan Carlos como no quería presionarme y dejar que yo fuera mentalizándome y preparándome y haciéndo él también un esfuerzo decidió ir dos semanas después, y como era de suponer el pobre llegó roto de dolor intentando disimularlo lo mejor que podía, pero se le saltaban las lágrimas cuando intentaba contarme como había resultado la visita, como era la pequeña y como se había sentido.

Una palabra para definirlo. "Envidia", pero envidia sana por ver a los padres con su hija, por ver a la pequeña según dijo Juan Carlos, tan pequeñita que daba una ternura especial. Y un sentimiento, "dolor". Él, por tener que pasar por esa visita haciéndole ver tantas cosas que en nada se parecían al momento que él tuvo que vivir con su hija y yo por saber lo que él estaba sintiendo, como lo estaba sintiendo y porqué lo estaba sintiendo.

Lo siento, mi Juan. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento tanto cariño. Siento tanto, tanto cuando pienso en la ilusión loca que tenías con tu hija, cuando pienso en el dolor tan tremendo que tuviste que pasar al tenerla en brazos, cuando te veo mirar a otros padres, a otros bebés. Siento tanto que tengas que ver en los demás lo que tu tanto habías imaginado con tu pequeña. Nuestra pequeña. Lo siento, Juan. Ojalá pueda algún día poder verte sonreir y sentir ese orgullo que un día Ángela te hizo vivir, aunque sé que esa sensación que viviste con ella fue única y que siempre será algo que guardes en tu corazón.

Mi estrella gordita, es que es inevitable tenerte siempre en mente, y saber que eres lo más bonito del mundo. Te queremos.

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